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jueves, 15 de noviembre de 2012

Mi vida vale (la tuya no)


El post más reciente del blog de la secuestradora Estefanía Heit (llamado "Mi vida vale") es sobre alguien de su ciudad que colaboró en un secuestro justo, pero fue injustamente perseguido después. El mismo blog en su presentación dice que, aquello que podemos lograr, es un tesoro que merece ser noticia.

@EstefaniaHeit entró a Twitter repitiendo que "jamás jamás podrán quitarnos la libertad". En el tweet siguiente dice "me pondré a trabajar para romper limites". En el tercero: "Los acontecimientos extraordinarios le pasan a la gente extraordinaria".
También le hace un RT a Montaner cuando ruega cerrar las PUERTAS "que no nos convengan". No falta algún "Te sigo", algo para "planear y ejecutar", un "todo, todo llega! lo imposible se hace posible" y finaliza con "ser o no ser ese es el dilema".

En su Facebook dice que entre los muros de su casa habita su ALMA  (al parecer, su alma fue secuestrada. Y bien podría ser, dada la capacidad de su místico marido para la manipulación de personas. En todo caso, la víctima que pudo escapar para que todo salga a la luz, no se llama Alma y recién ahora puede recuperar el espíritu).
Otras citas de su muro muestran su inclinación por no decir todo lo que se piensa ni anteponer el conocimiento a la acción.

¿Vieron? Ya sé recortar información, con el diario de ayer en la mesa, para darle a todo lo anterior una lectura que no la hubiera tenido nunca si no nos enterábamos de lo que pasó. Puedo trabajar en Clarín o en 678. Supongo que en 678 más precisamente, porque tiene menos pudor y me permitiría agregar que esta mujer era periodista en un canal del Grupo Clarín.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Competencia de patetismos

Cuando apareció la foto de un militante argentino regalando medias de "Clarín miente" a niños de Angola, hubo una inmediata reacción del oficialista promedio negando la certeza de la imagen, al punto de que pronto se difundió otra foto con un periodista opositor y sus amigos, para decir que era uno de ellos, y por ende, una operación difamatoria de Clarín. Una vez confirmado que esto no era cierto y blanqueado el compromiso político del retratado en África, lo segundo fue justificar lo que hasta hace unos minutos se negaba por saberse indefendible, aunque ya con la credibilidad manchada.
Pero como esta actitud infantil no es exclusiva de un partido, era esperable que un día se haga lo mismo desde el lado opuesto. Ahora es el caso del cacerolero que agredió a un periodista recientemente. Ya circula una foto diciendo que se trata de un joven de La Cámpora, para lo cual desenfocaron otra y -tal como hizo esa gente de la que se creen tan distintos- señalaron a cualquiera. Ambos casos tienen cosas en común: el no querer ver que entre los del propio bando alguien pueda hacer algo rechazable, y el necesitar endilgar todo lo negativo al rival para facilitar la simplifación del "buenos contra malos", con la consecuente previsibilidad de futuras acciones similares, dado que al negarse el problema propio, el tumor enquistado que representa seguirá creciendo.
La necedad suele venir paralelamente acompañada de ciertos reduccionismos, por lo que es casi imposible hacerle ver a quien separa todo en blanco o negro no solamente los grises, sino también los colores, el resultado de sus mezclas, el movimiento y la posibilidad de cortes transversales en sus dicotomías. Apenas podría vislumbrarse un cambio de actitud si viesen que les juega en contra. Mientras tanto, la pelea seguirá con argumentos del tipo "los otros son peores", sólo útiles para negarse a mejorar nada.
Aquellas imágenes nacidas para compartir en Facebook, donde los comentarios sólo pueden ser de quienes piensan igual (los cuales, mayoría, devorarán al despistado buscapleitos que llegue desde el sector opuesto, y esto vale para foros de religión, fútbol, nutrición o política), tienen un paralelo en Twitter a través de cuentas fake de referentes sociales hechas para poner en boca del rival cosas que éste no dice pero -para quien está enfrente- diría. La diversión es leerlo y reafirmarle esa identidad que le construímos desde nuestra búsqueda de identidad propia, sin ver que somos nosotros quienes insistimos en el error que impide un diálogo o por lo menos un intento honesto de ver la realidad. Esto queda definitiva e involuntariamente expuesto en las distintas conclusiones tomadas de sucesos como el llamado 8N: oficialistas y opositores quieren ver solamente lo que les conviene de un mismo acto.
Unos se muestran entre sí la foto del detalle nefasto para negarse a oír los otros mensajes que los rivales estaban dando en mayor medida, y éstos a la vez se niegan a buscar otros métodos (la participación en partidos, por ejemplo) que los libre de quedar pegados a esos peligrosos elementos con los que terminarán volviendo a marchar. Unos ven al nazi y no a los cientos de miles que no lo son; otros hacen lo mismo a la hora de ver obras del gobierno al cual atacan.
Querer ver solamente el perfil más patético del adversario, también es patético. Pero este país se formó con guerras civiles de a caballo y parecería que usaban anteojeras. Lamentablemente, las pulseadas a ciegas no son nuevas en nuestra historia, pero si tampoco nos interesa la historia sino el relato, será difícil avizorar un buen futuro, aunque hagamos uno que se crea tal. Ojalá un día dejemos de pelear buenos contra malos, donde el bien es lo que haga yo (aunque sea malo), e intentemos tomar decisiones enfrentando acciones por lo que ellas son y no por quién las hace. Ese día podremos encontrarnos con quienes no se emocionen con las mismas canciones que nosotros, pero obren con las mismas reglas de juego buscando un país mejor.