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martes, 19 de noviembre de 2013

Reír llorando

Viendo a Garrik —actor de la Inglaterra—
el pueblo al aplaudirlo le decía:
«Eres el más gracioso de la tierra
y el más feliz...»
                          Y el cómico reía.
.
Víctimas del spleen*, los altos lores,
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores
y cambiaban su spleen en carcajadas.
.
Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
«Sufro —le dijo—, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.
.
»Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única ilusión, la de la muerte».
.
—Viajad y os distraeréis.
                                      — ¡Tanto he viajado!
—Las lecturas buscad.
                                      —¡Tanto he leído!
—Que os ame una mujer.
                                      —¡Si soy amado!
—¡Un título adquirid!
                                      —¡Noble he nacido!
.
—¿Pobre seréis quizá?
                                      —Tengo riquezas
—¿De lisonjas gustáis?
                                      —¡Tantas escucho!
—¿Que tenéis de familia?
                                      —Mis tristezas
—¿Vais a los cementerios?
                                      —Mucho... mucho...
.
—¿De vuestra vida actual, tenéis testigos?
—Sí, mas no dejo que me impongan yugos;
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos mis verdugos.
.
—Me deja —agrega el médico— perplejo
vuestro mal y no debo acobardaros;
Tomad hoy por receta este consejo:
sólo viendo a Garrik, podréis curaros.
.
—¿A Garrik?
                     —Sí, a Garrik... La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquél que lo ve, muere de risa:
tiene una gracia artística asombrosa.
.
—¿Y a mí, me hará reír?
                                       —¡Ah!, sí, os lo juro,
él sí y nadie más que él; mas... ¿qué os inquieta?
—Así —dijo el enfermo— no me curo;
¡Yo soy Garrik!... Cambiadme la receta.
.
                        * * *
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¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio! 

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¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora,
el alma gime cuando el rostro ríe!

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Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma,
un relámpago triste: la sonrisa.

.
El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas.


Juan de Dios Peza
(México, 1852-1910)
*(Spleen: Tedio, vacío existencial, angustia inexplicable, melancolía.)

sábado, 16 de noviembre de 2013

Espectacular

Después de sus polémicas declaraciones sobre Hitler, Durán Barba dijo que la palabra "espectacular" en su país no tiene connotación positiva, así que le acepté la disculpa respondiéndole: "Bárbaro".
Se enojó. 
.
Quisiera hacer un post despolitizado -aunque eso no evitaría que el lector lo estuviera- para centrarme en los caprichos del lenguaje. Porque lo otro sería muy fácil y ya lo hicieron unos cuantos que (como yo) nunca votaron ni votarían a Macri (bah, cuántos creían en los '80 que nunca votarían a peronistas y el siglo XXI los encontró unidos... Aún así, sostengo que de esa agua amarilla nunca he de beber). Ya pasé la etapa del fiscal para el cual decir que Stalin gustaba de la poesía es apoyar sus fusilamientos. También la de recortar la historia para dejar el discurso correcto y tachar lo incómodo, antigua práctica que no sé si por vintage hoy está tan de moda. Con recordar que el ecuatoriano es un publicista me basta, como aquellos que en 1987 hicieron este comercial de Folha de Sâo Paulo que podía verse en "el show del Clío". Y si es nazi, que le den una patada y ya (en sentido figurado, no quiero ser denunciado por incitar a la violencia, es como hablamos acá), aunque hace pocos días la peor derecha tenía sus listas en el cuarto oscuro sin escándalo y -por suerte- casi sin votos.
A lo que realmente quería apuntar es al significado de las palabras según la región, pero no para elaborar una tesis, sino apenas para señalar esta curiosidad reuniendo ejemplos. Ese caso es el que supimos estos días: según la Real Academia Española, espectacular es algo ostentoso, desmedido, exagerado, con caracteres propios de espectáculo público. El significado vulgar argentino no figura, aunque no significa que no exista y que aquí se lo lea como sinónimo de admirable. Pero la RAE definitivamente no lo liga a la grositud, palabra que tampoco figura porque no la pusieron los muy papafritas, que tampoco tienen papafrita.
La primera analogía que me vino a la memoria con todo esto es levemente obscena, y es el recuerdo de un viaje a Brasil donde, para pedir una pizza, pronuncié "pisa" en vez de "pitsa"... Desde entonces, nunca más olvidé esa T cuando hay doble zeta. Al ser un idioma tan similar al nuestro, el portugués es por eso mismo muy proclive a confusiones, como mínimo ortográficas (hay palabras iguales que cambian b por v), y por eso, abunda en ejemplos de chascos lingüísticos: si pedimos literalmente un "vaso" en vez de decir "copo", es esperable que el interlocutor piense en un "vaso sanitário", es decir, un inodoro. 
Otro interesante caso es el que se narra en el blog del Dr. Soler y diferencia dos palabras más: resulta que "exquisito" en portugués es algo raro tirando a feo, por ejemplo una casa extraña de mal gusto es "exquisita", pero no necesariamente "espantosa", pues este vocablo señalaría algo admirable, asombroso, maravilloso. O sea espectacular, en argentino. De igual modo, saludar con un "encantado" en Italia tampoco es educado: "incantato" significa encantado pero en el sentido de "embrujado", por lo cual, estaríamos acusando a la otra persona de practicar las magias ocultas.
Levantar el mentón, que para nosotros podría ser un gesto de "mirá vos", para el interlocutor griego puede significar "Y a vos qué te pasa que te rompo todo hijo de mil..." en una traducción no muy literal. Y ni hablar si no sabemos entonar el francés con toda precisión: cuando mi primo en París quiso agradecer la amabilidad de una lugareña, creyendo decir "merci beaucoup" pronunció "merci, beau cul"... o sea, gracias, hermoso culo. La reacción de la joven francesa debe haber sido parecida a la que recibí de una argentina (y volvemos a las confusiones en el propio idioma) cuando chocándonos al cruzar una calle por mirar hacia el auto que venía lejos, me salió un espontáneo "¡opa!" en el sentido de "epa" u "opalalá", y me respondió un "¡Estúpido!" que no daba margen a dudas.
También las españolas de Azúcar Moreno pasaron un mal momento años ha, cuando salieron a un escenario porteño y el público gritaba "Que las tiren a la hinchada". Hasta entender que era nuestro modo salvaje de decirles bellas y no un civilizado pedido de ser arrojadas fuera de allí, los minutos les fueron eternos.
En definitiva, de lo que no queda duda alguna, es que a la hora de comunicarnos, somos unos tipos bárbaros.


miércoles, 13 de noviembre de 2013

Juventud perdida

En estos días, de un modo u otro, la juventud fue noticia. Justin Bieber, que venía a trabajar de sí mismo, se dedicó a la parranda y dejó esperando a muchas de sus defraudadas fans. Nosotros aprendimos la palabra beliebers y las pudimos ver llorando desesperadas por el ídolo que el Mercado les sirvió con algún tipo de mosca en el plato. En Europa en tanto, Miley Cyrus, otra estrella fabricada por Disney y en etapa de hacerse la transgresora (como si hacerlo hoy fuera novedoso) recibió un premio a no sé qué mérito fumando un porro, siendo noticia allá por si acaso no interesaba lo que era noticia acá. Este chico aquí y esa chica allá. Cubrimos todos los frentes, ahora recaudemos.
En el asombro por la multitud de muchachitas desesperadas por alguien que baila mientras canta algo profundo como un "baby baby" y sin llegar nunca yo a entenderlas, me sorprendió también el lugar desde el cual eran criticadas en más de un caso. Sin siquiera notarse la misoginia tácita de la actitud, la burla hacia el patetismo de su euforia venía de gente que considera en cambio natural y comprensible la locura desbocada del hincha de fútbol gritándole a un televisor o matándose por los colores de una camiseta. La viril racionalidad del crimen por una bandera siempre fue más aceptada que el descontrol de una masa de muchachas en celo, algo mucho más aterrador.
La historia escrita suele estar protagonizada por personajes que descollan en la multitud, pero hoy los fans son más noticia y la multitud más negocio (o sea, son motor de la historia, desde que el mercado echó a los dioses del templo, tal como veremos en estas fiestas), y hasta la actitud rebelde del joven es mera mercancía: por algo hoy podemos vender las amonestaciones escolares del quinceañero Lennon. Sin embargo, no sería menos cierto decir que aquellos descollaron por estar en los manuales, en vez de al revés. Ahora mismo hay otros jóvenes haciendo algo distinto, pero sin tanta prensa del mundo adulto. Y hasta el mundo adulto se pierde la noticia, pues la prensa, las usinas, siguen en manos de pocos. Pocos que hacen la historia pero anónimamente, pues les basta el poder. Pero aunque no sean primera plana, quitando la maleza de la futilidad, los hechos están.
Y a estos jóvenes, y a los que hacen escándalo en un país no por ser Justin Bieber de gira, sino por haber ido a defender el Ártico, y a los millones de pibes que estudian, que son solidarios, o que intentan sobrevivir con su ingenio sacando luz de la basura hasta que los cerebros diplomados los llaman como si estuvieran haciendo lo mismo... ¿cuánta atención les prestamos? ¿Acaso en nuestro sistema no se intentará cajonear sus proyectos porque son la verdadera transgresión
Mientras tanto, sigamos llevando niños a las productoras de talento para vivir de ellos, o busquemos púberes cantando en You Tube y ubiquémoslos en el mejor lugar del circo romano, que es el centro de la arena (porque ya no hay gladiadores pero hay artistas), disfrutemos cómo se desangran, cómo van cayendo, y levantemos el pulgar en forma de póster si se destruyeron a los 27 años o bajemos el dedo decepcionados si en la vejez dejan de saltar a piscinas desde balcones para engordar curados de nosotros.
La vejez. Pero la del alma, la de los brazos caídos: he ahí la juventud, perdida.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Canillita

Si me remonto a la mitad de mi vida, ya había dejado ese trabajo para entonces. Y aún así, todavía me siento aludido cuando llega el Día del Canillita. Por más que hoy no sea mío. Será que revivo aquellos años en que comenzaba la democracia y se alejaba la adolescencia, o daba mis primeros pasos en eso de hacer mis primeros pesos. Será que añoro incluso el despertar a las 4 de la mañana, desayunar en silencio para que duerman otros, sacudirle el hombro al sol para que amanezca y salir a pedalear mientras empezaban a cantar los zorzales, de plumas rojizas como esos primeros rayos de sol que se saludaban con los rayos de mi bicicleta. 
Hoy no podría armar un diario en forma de proyectil como en aquellos tiempos, y mucho menos acertarle al balcón correcto desde la calle y en movimiento. El primero de mis superpoderes inútiles desapareció con el tiempo, sin que logre reemplazarlo por otro. En cambio, nunca desarrollé el que tantos tienen para saber cuándo una mujer está interesada en uno: otra hubiera sido mi historia de haber entendido la intención de aquella vecina que salía a recibirme en camisón, cuando su marido acababa de partir hacia el trabajo. O no.
Finalizado el reparto, en el kiosco me esperaba su dueño con mate y facturas. Y ella también me esperaba: la lectura. Mis revistas preferidas venían de editoriales como Columba o La Urraca: leía Hum®, D'Artagnan, Fierro, y todas sus publicaciones hermanas. También estaban las historietas en "formato Patorucito" cuyo editor nunca me aprendí. Por algún defecto de nacimiento, agarraba muy poco las revistas de chimentos, esas sin cuya información hoy sería inimaginable mantener conversaciones. Leía Todo es Historia, Muy Interesante y cuanta publicación política hubiera: crecí leyendo desde el periódico comunista Qué pasa al ultraderechoso Cabildo pasando por todos los puntos intermedios, entre los cuales ubicaba a la revista de los mismos que terminarían tomando La Tablada. 
Si no aparecían clientes, vendía diarios entre los vehículos atrapados por la barrera, incluyendo el interior de algún colectivo. Cuando venía gente al kiosco, había más tiempo para escuchar sus comentarios. Bajo su techo escuché por primera vez a alguien culpar a un gobierno de la lluvia. También llovía cuando debí enseñarle a mi sucesor el oficio: errando a la bajada de cordón por la que había subido yo de memoria (tapada por la inundación del momento), volcó la bici del reparto y hubo que rescatar los diarios empapados en la correntada.
Un día llegó un trabajo con mejor paga y peor trato, y lo tomé, como corresponde a una persona madura. Al menos tenía la misma cláusula verbal que mi contrato de canillita: permitirme dos meses de vacaciones mientras dejara a un reemplazante trabajando y cobrando como si fuera yo. Durante esos meses, me iba con la mochila a recorrer el continente. Pucha si caminaron mis canillas flacas. 
Pero esa ya es otra historia.