Corría el año 1955 cuando Emmet Louis Till se fue a veranear desde la norteña Chicago al sureño pueblo donde vivía su tío, junto al Mississippi. Hacía apenas un mes que había cumplido catorce años, cuando el negrito cometió el gravísimo error de silbar al paso de una mujer blanca. Enterado el marido de la veinteañera víctima del temible acosador, se dirigió -valientemente acompañado por otros dos hombres- a secuestrar al muchacho y darle su merecido: una tremenda golpiza que lo dejó irreconocible, seguida de un disparo en la cabeza. Otros chicos fueron quienes descubrieron, días después, el cadáver de Emmet flotando en el río.
La desfiguración era tal que el reconocimiento del cuerpo fue gracias a un anillo: la madre del muchacho insistió en velarlo a cajón abierto para que el mundo vea el salvajismo al que fue sometido su hijo, y la desagradable foto fue publicada en el New York Times. El caso tomó estado público y, si bien a los periodistas de color se los ubicó en el sector más alejado del jurado, la prensa asistió al juicio contra los acusados, cuya defensa fue solventada por una colecta pública de la gente bien pensante.
El jurado, integrado en su totalidad por gente blanca, declaró la inocencia de los acusados, considerando que Emmet seguramente estaba vivo y que la madre habría puesto ese anillo a otro cuerpo para cobrar 400 dólares del seguro. Recién en 2005 el ADN confirmó que el cuerpo era del joven Till, pero la reacción lógica no tardó en suceder el mismo año de la injusticia judicial. Rosa Parks -pensando en Emmet- se negó a ceder su asiento a un blanco en el transporte público, como estaba obligado que hiciera la gente negra. Y así se sucedieron las luchas hasta que en 1957 se pudo dictar el Acta de Derechos Civiles.
Impunes, los asesinos para entonces ya habían reconocido la autoría del crimen, del cual en 1992 seguían sin arrepentirse.Y aunque le hayan dedicado canciones al caso desde Bob Dylan hasta Vinicius de Moraes, algunos temas siguen siendo actuales. Sea el comprensible asco por los piropos de pobre que no pasan de eso (más vomitivos que el piropeo físico de un Miguel Del Sel, que por algo este año fue designado al frente de la Comisión de Culotura en nuestro honorable Congreso Nacional), o sean los linchamientos que la buena gente tiene preparados contra la gente fea. Dos asuntos en los que tengo una opinión formada (ni piropeo ni lincho) pero demasiado extensa y sobre todo "gris" para los amigos del blanco o negro.
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