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viernes, 26 de febrero de 2010

El gabinete del doctor Caligari

Fue hace sólo unas décadas, cuando el cine todavía era mudo pero ya "decía", y era incoloro pero no insípido. Un 27 de febrero de 1920 se estrenó "Das Cabinet des Dr. Caligari", punta de lanza del cine expresionista alemán. La primera guerra mundial había terminado recientemente, y una de las intenciones de la película era referir metafóricamente al papel jugado por ese país: el guión trataba de un sonámbulo que, controlado por un doctor, salía a cometer crímenes.
Sin embargo, y a pesar de que su inspiración era explicada por una serie de asesinatos ocurridos anteriormente en Salzburgo, la percepción de aquella sutileza podía provocar algunos inconvenientes... por lo cual se agregaron dos escenas, una al comienzo y otra al final, construyendo un nuevo relato, igualmente interesante.
En un principio, la dirección se le propuso a Fritz Lang, pero como no podía, recayó en manos de Robert Wiene. Aquél, sin embargo, aportará al movimiento expresionista otro hito: Metrópolis (1927). En la misma corriente también se enrolaron Friedrich Murnau (Nosferatu, 1922) y Georg Pabst. El destino, luego, los alejaría a todos, o no: Lang debió huir de los nazis en 1932, hacia París; lo mismo ocurrió con Wiene; Murnau había muerto el año anterior en EEUU; y Pabst debió huir al año siguiente, ya prohibido.

Un 27 de febrero, hace 90 años, se estrenaba El gabinete del doctor Caligari, una película -que aquí puede verse entera- de terror, sin política.
Después, el mismo día pero en 1937, los nazis incendiarán el Parlamento alemán.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Pata de vaca

No es ningún pariente de Álvar Núñez -que bien pudo pisar un par durante sus viajes- sino el nombre vulgar de un arbolito correspondiente al género Bauhinia (B. forficata, ó B. candicans). También se lo llama "pezuña de buey", y de otros modos que siempre remiten a la particular forma de su hoja, similar a una huella bovina, así como por su madera se le dice "falsa caoba" o por su flor "árbol orquídea".
Últimamente viene siendo plantado en las calles de Buenos Aires, como forma de recuperar un poco la flora nativa en la ciudad, aunque no falta quien dude de si sus fronteras naturales llegaban hasta estas latitudes antes del hombre blanco. Lo seguro es que su distribución, desde el Perú hasta Uruguay, incluye buena parte de la Argentina subtropical, allí donde dé el sol y no se sufran mayores heladas.


Tal vez alguien pueda reconocerla en estos días si la tiene en su barrio. Cada hoja muestra 9 u 11 nervios y termina en dos puntas redondeadas, como si en realidad se tratara de dos hojas siamesas. De noche, se cierran como un libro. La flor en cambio (5 pétalos blancos, grandes y desprolijos) no se fija en horarios. La pezuña de vaca florece durante todo el verano, tanto de día como de noche.


Su fruto es una chaucha que, llegado el momento, se abre de repente con un chasquido, expulsando las semillas a distancia. Podemos plantarlo a partir de éstas, dado que su crecimiento será relativamente rápido.
Aunque recién estemos descubriendo el valor ornamental de la pata de buey, así como su funcionalidad para veredas angostas o su buena sombra y poca necesidad de riego, los conocedores ya le conocían otras utilidades anteriormente, tanto para hacer cercos naturales como para su uso en carpintería, ó -principalmente- para su aprovechamiento medicinal: a los diabéticos les reduce el exceso de azúcar; a los hipertensos, les ayuda a eliminar líquido; a los heridos, les reduce la posibilidad de infecciones. Además de ser cicatrizante aplicado sobre la piel, es digestivo hecho como té y antitusivo en forma de gárgaras.
Como vemos, los indios podían sobrevivir sin los grandes laboratorios...
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(Más info: acá y acá).

lunes, 22 de febrero de 2010

Regalando ideas (hoy: religiosas)

1) Un reloj pulsera que, además de tener el despertador convencional y poder hacer piiip cada 60 minutos, lo pueda hacer 5 veces al día, o sea: las 5 veces en que los musulmanes deben orar hacia la Meca. No es fácil, pues no se corresponden a una hora exacta de nuestro sistema (el islámico es lunar, no solar). Aprovechando esto, también podría traer entonces una luna que esté siempre tal como en nuestro cielo. Y ya que repite su estado cada unos 28 días, tal como tantas mujeres, podría programarse en qué fase queremos que se ponga roja. Así ahorramos marcar circulitos en almanaques, el jefe se pone más considerado, el compañero de baile sabe a qué atenerse, y la usuaria reconstruye la relación con el cielo que tuvieran sus tías-abuelas de Neanderthal.
De paso, para el no-musulmán, el que su reloj suene 5 veces diarias un simple y breve pip puede servir de ayudamemoria para otras mecas, digo metas.

2) Una misa radial menos aburrida que las transmitidas desde iglesias, que saltee los momentos no-radiales (consagración, "nos ponemos de pie", etc.) y que vaya al punto, o sea: las 3 lecturas del día y el sermón consecuente. Cuando toca canción, reemplazamos a las catequistas del coro o el disco gregoriano por temas musicales (no satánicos, claro). En su página web podría oírse de fondo, o leerla como un blog de 3 posteos diarios (uno por lectura) con el sermón como primer comentario. Esto permite a los feligreses agregar su opinión, como ocurría en las iglesias primitivas.

3) Un templo orientado hacia Jerusalem/LaMeca (a esta distancia es lo mismo) con las características obligatorias de todas las religiones pero sin ninguna que afecte a las demás. Por ejemplo: sin figuras humanas, y si para alguno es imprescindible un Buda, que esté detrás de una puerta y la abran mientras la usa su culto. Es un desafío para arquitectos, pues debe haber un lugar para dejar calzados, minaretes que a la vez puedan servir de campanario, etc. El agua para las abluciones podría estar bendecida, y matamos dos pájaros de un tiro. Ah, lo de sacrificar pájaros no lo pensé, pero si hay un altar...
Esto ahorraría edificios religiosos en ciudades pequeñas, cuya limosna iría al hospital del pueblo, e incluso podría servir como salón de conferencias, cine, teatro o centro de Yoga. Sólo es cuestión de coordinar horarios entre todos. Ateos incluídos.

viernes, 19 de febrero de 2010

Tandil

Reserva Natural Sierra del Tigre, enero 2010: una hembra de guanaco (Lama guanicoe) amamanta a su cría mientras observa la ciudad de Tandil, provincia de Buenos Aires, Argentina. Prometí postear alguna foto de mis vacaciones, y cumplo con esta imagen de la primera mañana de un verano que también prometía. Espero conformarlos, pues si piden más, no es fácil ponerse a elegir algo presentable para alguien que saca unas 500 fotos semanales...
Fue la primera parada del recorrido, y seguramente habrán otros posteos salteados, con nombre de ciudad, para seguir infiltrando imágenes de mis distintos viajes en este blog. Pero ahora es viernes laboral, y corresponde un escape mucho más pobre... y adictivo. Les dejo este juego flash para pasar con el mouse por los agujeros y llegar quién sabe a dónde. Me recuerda a mi pasado espermatozoide, aunque según el juego se trataría de un misil.


Son varios los que merecerían un misilazo ¿no? Lástima que somos buena gente, y encima, pobres.
Buen fin de semana.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Seattle

El 29 de octubre de 1887 en Estados Unidos, el periódico Seattle Star publicó lo que, 32 años antes, se supone que fue la respuesta del jefe Sealth de la tribu suwamish a la oferta gubernamental de comprarles a los aborígenes sus tierras. Mucho después, en 1970, un guionista tomó aquellas palabras y las rehizo para el libreto de un documental, obteniendo su texto final una fama que nunca alcanzó el original... (ni su nuevo autor con su película). De tal modo, al día de hoy circula lo que escribió un tal Ted Perry hace casi 40 años, como algo dicho allá por 1854 por aquel cacique que, sin saberlo, daría nombre a la ciudad de Seattle (al N.O. de EE.UU.), capital del Estado de Washington que se formó sobre sus tierras perdidas.
Por todo esto, a continuación, rescatamos el discurso original, menos difundido.
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"Allí, a la vista, el cielo que lloró lágrimas de compasión sobre nuestros padres durante siglos, y que a nosotros nos parece eterno, puede cambiar. Hoy está despejado; mañana podría estar cubierto de nubes. Mis afirmaciones son como estrellas que nunca se ocultan. Lo que dice Seattle, el gran jefe Washington puede creerlo [muchos indígenas creían a G. Washington vivo] , con tanta certeza como nuestros hermanos carapálidas pueden confiar en el regreso de las estaciones.
El hijo del jefe blanco dice que su padre nos envía saludos de amistad y buena voluntad. Esto es bueno porque sabemos que necesita poco de nuestra amistad, pues su gente es mucha. Son como la hierba que cubre las extensas praderas, mientras que los míos son pocos, como los árboles dipersos en una planicie barrida por la tormenta.
El gran y -supongo también- buen jefe blanco, nos da la palabra de que desea comprar nuestras tierras pero está dispuesto a permitir que reservemos lo suficiente como para vivir confortablemente. Esto parece en verdad generoso, ya que los piel-roja no tienen ya derechos que se les respete; y la oferta puede ser también sabia, pues nosotros ya no necesitamos una gran país. Hubo un tiempo en que nuestra gente ocupaba toda la tierra, como las ondas de un mar rizado por el viento cubren su suelo cubierto de conchas. Pero esa época ha pasado hace tiempo junto con la grandeza de tribus ahora casi olvidadas. No estaré de luto por nuestra decadencia final, ni reprocho a mis hermanos carapálidas por haberla acelerado, ya que nosotros también tenemos algo de culpa.
Cuando nuestros hombres jóvenes crecen enojados por un cierto mal, verdadero o imaginario, y desfiguran sus caras con pintura negra, sus corazones también se desfiguran y se vuelven negros, y después su crueldad es implacable y no conoce límite alguno, y nuestros hombres viejos no pueden detenerlos. Pero esperemos que las hostilidades entre el hombre rojo y sus hermanos carapálidas no vuelvan nunca. Tendríamos todo que perder y nada que ganar. Es verdad que la venganza, para nuestros jóvenes bravos se considera un triunfo, incluso a costa de sus propias vidas. Pero los hombres viejos que permanecen en la zona en épocas de guerra, y las mujeres viejas que tienen hijos que perder, entienden bien esto.
Nuestro gran padre Washington, porque supongo que ahora es nuestro padre tanto como el suyo, ya que George ha movido sus fronteras hacia el norte; nuestro grande y buen padre, digo, nos envía palabras a través de su hijo, que sin dudas es un gran jefe entre su gente, y dice que si hacemos lo que nos pide, nos protegerá. Sus ejércitos valientes serán para nosotros como un poderoso muro erguido, y sus grandes naves de guerra llenarán nuestros puertos de modo que nuestros viejos enemigos del lejano norte, los simshian y los haida, ya no asustarán a nuestras mujeres y viejos. Entonces él será nuestro padre y nosotros sus hijos.
¿Pero puede esto durar para siempre? Su Dios ama a su pueblo y odia al mío; él extiende sus brazos fuertes cariñosamente alrededor del hombre blanco y lo conduce como un padre lo hace con su pequeño, pero ha abandonado a sus niños rojos; él hace que su gente se vuelva más fuerte cada día y pronto llenarán la tierra; mientras que mi gente está menguando como una marea retirándose velozmente, y que no volverá a fluir. El Dios del hombre blanco no puede amar a sus niños rojos, o los protegería. Parecen huérfanos y no encuentran ayuda en ninguna parte. ¿Cómo, entonces, podemos convertirnos en hermanos? ¿Cómo puede su padre volverse nuestro padre, traernos prosperidad y despertar en nosotros sueños de recuperar la grandeza? Su Dios nos parece parcial. Se le presentó al hombre blanco. Nosotros nunca lo vimos; incluso, nunca oímos su voz. Le dio al hombre blanco leyes pero no tenía ninguna palabra para sus hijos rojos, que por millones llenaron este continente extenso como las estrellas en el firmamento. No: somos dos razas distintas, y debemos permanecer así. Tenemos poco en común. Las cenizas de nuestros antepasados son sagradas y la tierra donde llevan a cabo su descanso final es tierra santa, mientras que ustedes vagan lejos de las tumbas de sus padres aparentemente sin sentir ningún pesar. Su religión fue escrita sobre tablas de piedra por el dedo de hierro de un dios enojado, para que nunca lo olvidaran. El hombre rojo nunca podría guardar ni comprender esto.

Nuestra religión son las tradiciones de nuestros antepasados, los sueños de nuestros ancianos, inspirados por el Gran Espíritu y por las visiones de nuestros caciques, y se escribe en los corazones de nuestra gente.
Sus muertos dejan de amarlos a ustedes y a sus hogares natales tan pronto como pasan los portales de la tumba. Yerran lejos, más allá de las estrellas, y pronto se olvidan, y nunca regresan. Nuestros muertos nunca se olvidan del mundo hermoso que les dio su existencia. Todavía aman sus ríos sinuosos, sus grandes montañas y sus valles encajonados, y anhelan siempre el mullido afecto de los solitarios a quienes visitan a menudo y reconfortan.
El día y la noche no pueden vivir juntos. El hombre blanco siempre ha huído del acercamiento del hombre rojo, como las nieblas cambiantes de las laderas de las montañas se alejan una vez que llega el quemante sol de la mañana. Sin embargo, su propuesta me parece justa, y creo que mis amigos la aceptarán y se retirarán a la Reserva que les ofrece, y viviremos separados y en paz, ya que las palabras del gran jefe blanco me parecen la voz de la naturaleza hablándole a mi gente desde la densa oscuridad, que rápidamente los rodea como la densa niebla que flota tierra adentro desde un mar a medianoche. Lo único que importa es dónde pasemos el resto de nuestros días, que no son muchos. La noche india promete ser oscura. No habrá estrellas asomándose por el horizonte. Vientos que soplan con voces tristes gimen a la distancia. Un duro castigo a nuestra raza reserva el juicio al hombre rojo, y donde quiera que vaya oirá las seguras pisadas aproximándose del cruel destructor, y se prepara para su sentencia como lo hace el ciervo herido que oye aproximarse al cazador. Unas pocas lunas más, unos pocos inviernos más, y ninguno de los poderosos huéspedes que una vez llenaron esta extensa tierra -y por donde ahora vagabundean como bandas fragmentadas por estas vastas soledades- permanecerán para llorar sobre la tumba de un pueblo que una vez fue tan poderoso y esperanzado como el suyo. Pero, ¿por qué deberíamos afligirnos? ¿Por qué debería quejarme del destino de mi gente? Las tribus están compuestas de individuos y no hay mejores que ellos. Los hombres van y vienen como las olas del mar. Una lágrima, un tamanawus, un canto fúnebre, y se habrán ido para siempre de nuestra vista desfalleciente. Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla con él, de amigo a amigo, no está exento del destino normal. Podríamos ser hermanos, al final de todo. Ya lo veremos.
Valoraremos su propuesta, y cuando hayamos tomado una decisión se la diremos. Pero para aceptarla, hago aquí y ahora de esto la primera condición: que no nos sea negado el privilegio, sin ser molestados, de visitar cuando así lo deseemos la tumba de nuestros ancestros y amigos. Cada parte de esta nación es sagrada para mi gente. Cada ladera, cada valle, cada planicie y cada bosque han sido sacralizados con algunos recuerdos cariñosos o con alguna experiencia triste para mi tribu. Incluso las rocas que parecen yacer silenciosas mientras son sofocadas por el sol a lo largo de la costa con una solemnidad magnificente estremecen los recuerdos de antiguos sucesos conectados con el sino de mi pueblo, y el mismísimo polvo bajo sus pies responde más cariñosamente a nuestras pisadas que a las suyas porque lo forman las cenizas de nuestros antepasados, y nuestros pies desnudos son conscientes del toque benévolo ya que el suelo está nutrido con la vida de nuestros parientes.
Los bravos, pintados de negro, y las madres cariñosas, y las jóvenes de corazón alegre, y los pequeños que vivieron y gozaron aquí, y cuyos nombres ahora han sido olvidados, aún aman estas soledades y la profunda velocidad con la que crece el atardecer sombreado por la presencia de los espíritus oscuros. Y cuando el último de los hombres rojos haya desaparecido de la faz de la tierra y su memoria entre los blancos se haya convertido en un mito, estas costas estarán colmadas por los muertos invisibles de mi tribu, y cuando los hijos de sus hijos piensen por ellos mismos, solos en el campo, en el depósito, en la tienda, en el camino o en el silencio del bosque, no estarán solos. En toda la Tierra no hay un lugar dedicado a la soledad. De noche, cuando las calles de sus ciudades y sus pueblos estén en silencio, y ustedes crean que están desiertas, habrá un gentío de espíritus que vuelven, y que una vez llenaron y aún aman esta hermosa tierra. El hombre blanco jamás estará solo. Dejémoslo que sea justo y amable con mi pueblo; porque los muertos no carecen completamente de poder".

lunes, 15 de febrero de 2010

El yaguareté de mi china

Con su novio en un brazo y una cartera atigrada en el otro, ella parecía la síntesis de este domingo en que coincidieron el día de los enamorados y el año nuevo chino del tigre. Pero el cronista no notó esa sutileza (mucho menos la consecuente: ser sutil y ordinaria al mismo tiempo), y siguió transmitiendo la ceremonia desde el barrio chino. Aserrando el silencio con palabras automáticas, hizo una referencia a Borges y su encanto por los tigres. Así, como al pasar. Fue suficiente para que mi mente se pierda (me pierda) en elucubraciones literarias que al desatarse pierden su propio marco, aterrizando con rebotes sobre los campos de la zoología o la política. Y es que los tigres de su obra no son iguales: los hay del viejo mundo, y los hay del nuevo. Por eso espero que no se refiera al del Aleph.
Cedo al periodista el beneficio de la duda, pero no olvido que en otros medios se confunde peligrosamente una especie con otra, tal como demostré en una nota del 2008. En el imaginario local, las manchas de nuestro tigre criollo (Panthera onca) parecen ir siendo reemplazadas por las rayas del tigre asiático (Panthera tigris). Al punto de que en un camping de Tandil, un gran plano ilustraba la cercana Sierra del tigre como vemos a continuación...
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Mal, señores. Vayan sabiendo que el partido de Tigre -por ejemplo- no se llama así por los de Temaikén, sino por nuestra autóctona Panthera onca, vulgarmente llamada: tigre, jaguar, yaguar, yaguareté, manchado, uturunco, nahuel, etc. El lago Nahuel Huapí recibe dicho nombre porque alguna vez la distribución de esta especie llegó hasta sus aguas. Y llegaba efectivamente hasta el norte de la patagonia y toda la costa bonaerense, si no fuera que el hombre blanco los fue exterminando prácticamente de todo el país. Pero aún quedan muchos sitios con nombres del estilo "cueva del tigre" o similar, recordando que alguna vez eso fue parte de su imperio.
Podríamos aprovechar este año chino del tigre para conocer más al nuestro. Desde adquirir una mínima información necesaria, hasta comprometernos mucho mejor en su supervivencia...
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Sabemos que los grandes felinos están en peligro, tanto aquí como allá. En un tiempo nos comían a nosotros, pero hoy el mundo está tan cambiado, que llega a ocurrir lo opuesto: nada menos que un chino, se comió al último ejemplar de su tierra.
Porque ¡cierto! creo que estaba escribiendo sobre las dos celebraciones del domingo, y algo me distrajo. Alguna especie que está en extinción, seguramente.
Como los enamorados...

viernes, 12 de febrero de 2010

Vacaciones de las vacaciones ¡YA!

El mecánico me había sugerido la jubilación del Duna Weekend '91, y yo respeté la autoridad del hombre, no fuera cosa que -tras haberme llevado de Chile al Iguazú y de Ushuaia a La Quiaca, mi viejo vehículo me dejara ahora a pie. Lo entregué como parte de pago (y me siento un desalmado al confesarlo) para obtener otra rural gasolera que -si bien también pertenece al siglo pasado- al menos no alcanza la mayoría de edad.
El caso es que el remedio preventivo fue peor que la enfermedad temida, y en mitad de las vacaciones, y a 1.100 kilómetros de distancia de mi ciudad, el nuevo rodado dejó de rodar. Como no podía ser de otra manera, esto ocurrió en medio de un desierto sin sombra y a las 3 de la tarde. Y -obviamente- allí fue cuando supe que el seguro automotor cubre el acarreo sólo en los casos en que uno no haya sacado el vehículo fuera de su garage.
El inmediato segundo atentado contra mi buen talante, fue que el Automóvil Club quisiera cobrarme $620 pesos por el servicio de una grúa que entre ida y vuelta no llegó a hacer 40 kilómetros. Y a la hora, el tercero y más cruel fue escuchar en un taller que mi "autoinmóvil" ya no andaría hasta que le haga un arreglo impagable.
En consecuencia, la familia se volvió antes, y yo me quedé esperando el paso de algún camión-mosquito que tenga destino a Buenos Aires y espacio para mi nuevo hijobobo. Pero ahí no terminaría todo: el camión se accidentó en la ruta, y yo -que volvía en micro porque el ACA me reintegraría el valor del pasaje- perdí el boleto al llegar, junto a la factura del hospedaje que también debía presentar para recuperar algunos cientos de pesos.
Pero intento conservar el buen ánimo pese a todo. Pese a que, por ejemplo, para tolerar la espera, haya aprovechado la cercanía de un balneario para ir allí sin el auto, y corten la ruta entre ambos poblados por varios días. Pese a que aún me duela el huesito dulce tras resbalar vergonzosamente en una restinga y caer desparramado en las rocas. Pese a que ahora mismo les escribo con un dedo vendado porque anteayer se me quemó contra una chapa caliente a la cual quedó pegado. Y pese a que una dolorosa puntada me está insinuando que tal vez tenga un cólico renal. No importa. Resistiré. Aunque sea, con la indiferencia. No pienso perder el humor... aunque lo tenga con las llaves de casa, que tampoco encuentro.
No sé qué se trae entre manos el 2010, pero no es así como ganará mi simpatía. Acaso sufrí un ojeo (o "enfaroleo" del viejo Fiat) y preciso un exorcista: si viene uno, acá no se le niega un mate a nadie. Y si el asunto es astral... ¡a ver si me apuran esos solsticios!
En fin. Sólo quería decir que REGRESÉ DE LAS VACACIONES.
Y la pasamos fenómeno.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Seleccione cosos

En su Enciclopedia Mundial del Coso, Esteban Podeti reúne casi un centenar de... esteeem... "cosas". Un par de ellas fueron enviadas por un servidor, y su talento (de él) supo darles forma, insuflar vida, bautizar con un nombre y bendecir. Aquí copipasteo ambas entradas, con agradecida reverencia a su autor, mientras empiezo a digerir el fin de mis vacaciones.
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La caquita de agujereadora: (8-6-7) El Sr. UnServidor, si es que ese es su verdadero nombre, rinde homenaje a “unas cositas que ya nacen inútiles. Antes no existían, no se diferenciaban del contorno. Pero a partir de que la agujereadora se hizo verbo y el verbo se hizo metal y habitó entre nosotros, a dicha herramienta se le van juntando en su vejiga plástica una creciente cantidad de circulitos de papel que cobran existencia en el preciso instante de su degollamiento, como cabezas acumuladas en el cesto de la gillotina ‘por un crimen que no cometieron’ ya que no eran cabeza de nada: simplemente, estaban en el lugar menos indicado.
Almas generosas lo pueden convertir en papel picado para carnaval, mientras otras menos piadosas los tiran de sus balcones microcéntricos a fin de año, como cirujanos que arrojaran felices, desde la terraza de los hospitales, los apéndices que sustrajeron durante los últimos meses...” En realidad, la “caquita de agujereadora” sólo sirve para caer sobre nuestros pantalones, como caspa de utilería, en un momento de distracción mientras jugábamos imprudentemente con la base de caucho, para luego ser dispersadas hacia el piso por medio de barridas manuales, al quejido fastidioso de “bueh, qué cosa”...
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El sombreritus: (12-11-8) El Sr. Unservidor desea incluir en la colección al “cucuruchito de sachet de leche” o “Sombreritus”. Lo define como “aquel cucuruchito aplastado que otrora hiciese ‘punta’ en el sachet de leche, y hoy es un par de triangulitos unidos por dos lados, ora en la mesada, ora en el piso cerca del tacho.” El “Sombreritus”, que pareciera un bonetito de papel para cucarachitas, suele compartir su hábitat con dos o más “Sombreritus”, especialmente en hogares donde viven niños, ya que sus “cuerpo-madre” -los sachets de leche- son desvirgados a diario. La volatilidad del “Sombreritus” le permite posponer su viaje final al tacho de basura, muchas veces adhiriéndose a nuestros dedos sin que lo notemos y saltando audazmente a los alrededores.
Los descubrimos más tarde, medrando en la zona, en un rincón de la mesada o la cocina misma, y entonces nos dan pena y decidimos esperar a que el viento o alguna otra fuerza los termine de depositar en el piso, para que la Justiciera Siega del barrido los aniquile definitivamente. Es así como a veces se acumulan dos o tres “Sombreritus” en la misma estancia, a veces en el mismo sector de la mesada, algo desorientados pero buscando darse ánimo. E imaginamos que estos seres pueriles, improductivos y de mirada extraviada organizan una pequeña fiesta o “Desfile de la Victoria”, para celebrar haber sobrevivido hasta esta reunión.
¡Rataplán, rataplán!, hacen entonces los “Sombreritus”. Como Padres, o tal vez Dioses, sonreímos ante su pantomima y les damos un día más.
E.P.

lunes, 8 de febrero de 2010

Güemes apeado

En esas tierras de vicuñas, quenas y altiplano, el barbudo guerrillero que soñaba la libertad de Sudamérica recibía el disparo por la espalda que habría de enfriarlo eternamente joven. Él y sus seguidores nos habían estado defendiendo del imperialismo que insistía en intentar someter estas tierras al hemisferio Norte. Pero las grandes escuelas de guerra eran constantemente ridiculizadas por esos gauchos desaliñados que insultaban en quichua, en aymará, en español, y descargaban su guerra de guerrillas contra las prolijas milicias realistas. Esas que tenían dueños en vez de sueños.
Ahora Martín Miguel se está desangrando. Lo traicionaron los oligarcas de su propia provincia, los personeros del capital sin patria que nunca lo quisieron. El guerrillero heroico le pide a Vidt, su lugarteniente, que jure continuar la lucha. Pero sabe que cundirá la desmoralización en la paisanada. Su amigo, el general José de San Martín, que viene combatiendo desde el otro lado de la cordillera, queda en inferioridad de condiciones al perder semejante columna de su plan libertador. Al año siguiente, en Guayaquil, deberá ceder la empresa a Simón Bolívar. Y perdido ahora nuestro Alto Perú, habrá que esperar años para que sea liberado, desde arriba, y conforme otro nuevo estado, cuyo nombre honrará por siempre a un general venezolano.
Güemes cierra los ojos, pero respira. Se recuerda a sí mismo con 21 años, derrotando ingleses en Buenos Aires. En esos tiempos, con otros jinetes aprovechó una bajada del río para capturar un buque de guerra encallado. La famosa marina inglesa, vencida por sudacas ¡a caballo! Ahora no puede ni sonreír. Desde que padece hemofilia debió confiar la acción a su pueblo y ser el ajedrecista de sus movimientos. Los hombres luchan y las mujeres y niños espían al enemigo, en un frente que fue alcanzando los 700 kilómetros. Cuando se acercan los realistas, los paisanos abandonan sus propiedades sin dejarles nada de provecho. Luego, atacan esporádicamente al gigante con pequeños golpes certeros que no le dan descanso. Condecorados militares enemigos debieron retirarse mientras Güemes no dejaba de aislar a los españoles de los vendepatrias locales. Ahora tendrá que morir sin saber qué futuro le espera al país que ayudó a nacer. Salta está en manos de los realistas, y el poder central de Buenos Aires -que carece de realismo- sólo parece celebrar la caída de otro caudillo de provincias.
Intentaron quitarle el poder que tenía, y no pudieron. Güemes les perdonó la vida pese a todo. Pero entonces intentaron quitarle la vida a él, y pudieron. El general desangra sus 36 años de edad, sobre un catre improvisado bajo el cielo salteño. Hace diez días que su herida no cicatriza, por la hemofilia. Tal vez sea mejor irse así, para no involucrarse después en las guerras fraticidas que ensangrentarán a la patria por décadas. Tal vez sea mejor irse así, sabiéndose el primer general argentino que muere en acción de guerra contra el invasor. E ignorando que, también, será el último.
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Ya todo pasó. El primer gobernador elegido por su pueblo (ni por la corona ni por los porteños) terminó su agonía. En el futuro, acaso a 115 años de su nacimiento, alguien quizá lo recuerde en un mundo de tecnologías aún inimaginadas y escriba sobre él sin tinta ni papel. Pero ahora falta mucho para esos fantásticos tiempos en que se mixturarán comunicación y olvido. Y sus gauchos están ocupados en aprestarse para recuperar su suelo.
Entonces los godos no invadirán nunca más el norte argentino.
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viernes, 5 de febrero de 2010

Eli: poetisa del asfalto responsable

A comienzos de octubre de 2008 publiqué algunas de las tantas búsquedas absurdas que llegan habitualmente a este sitio, y entre ellas, hubo una en particular que despertó el interés de la lectora Elizabeth Auster -ayer porteña, hoy mendocina- quien en los comentarios se comprometió a aceptar el desafío de satisfacer cierto deseo inocente de un googleador anónimo. Así fue como un 4 de noviembre de 2008, a las 13:50 hs, publicó en su blog el post que a continuación copipasteo íntegro:
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Poesía a las señales de tránsito
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"Me comprometí a responder a la búsqueda que refiere aquí el multitalentoso Unservidor. Bueno, ahí va:

POEMA A LAS SEÑALES DE TRÁNSITO
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Desorientada yo, enfrentándome al camino
Larga jornada perfilaba ante mis ojos
Temblaba por pensar que esperábame lo ignoto
¿Habría una señal que indicara mi destino?
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¿Pecaré de veloz? ¿Debo correr, detenerme?
¿Doblar aquí o hacia allí, tal vez ceder el paso?
¿Dónde se brinda, quizás, auxilio o descanso
para volver a sinuosa vía y no perderme?
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Alcé la mirada y allí estaba la señal
del tránsito seguro, de noble precaución,
respeté agradecida cada indicación
y de mi viaje llegué, sana y salva, al final
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Atesoro sus palabras, agradecido. Y ahora, siguiendo con la temática vehicular (y siendo viernes de jueguito online gratis)... les dejo otro entretenimiento lúdico para el fin de semana.
Que lo disfruten.


Instrucciones: Clickear la flecha del texto gringo (2 veces) para iniciar el juego. Luego, sólo hay que clickear las que el coche tiene habilitadas delante suyo, para poder llegar a la salida. Parece una papa... pero intenten llegar y veremos.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Pudo escribirlo un tal Bermúdez

Sólo se trataba de hacerlos escarmentar. Ellos venían robando ganado para mantener su ejército de Montevideo, y yo, que nací allí, no se los iba a permitir. Llegué a San Lorenzo a la diestra de José, ese paisano que, de poncho y sombrero gaucho, me eligió al frente de un escuadrón que resultaba ser nada menos que la mitad de los 120 soldados que veníamos siguiendo desde tierra a la escuadrilla enemiga cada noche. Yo había combatido contra los ingleses y junto a mi compatriota Artigas. San Martín había luchado en Europa para la Corona, pero ahora está entregado totalmente a nuestra causa. Al punto de que, pienso yo, mientras los ingleses creen que podrán aprovecharlo para lograr lo que no pudieron por las armas, él será quien se aproveche de ellos para lograr nuestro sueño. No hablo por hablar: acá en el convento, cuando llegamos había un comerciante inglés durmiendo en un coche, que no perdió detalle de nuestras acciones, y para mí es un agente del Foreign Office. San Martín no lo cree así, aunque sabe que a rey muerto... otros reyes al acecho. Igualmente, no creo que sea tan peligroso este tal John Parish Robertson como nuestros compatriotas de Buenos Aires, esos porteños que ahora estarán felices con la victoria, dadas las derrotas que sufriera en Vilcapugio y Ayohuma Belgrano, un doctorcito patriota, pero abogado.
La victoria de la que hablo apenas fue una escaramuza, es verdad, pero con suerte España perdió su control fluvial y no volverá a saquear el Paraná. Veremos. Para los granaderos a caballo, significó su bautismo de fuego. Y para otros, nada menos que la muerte. Para mí, incluso. Pero paso a contar.
Ellos desembarcaron en San Lorenzo con 100 hombres, y su botín apenas fueron unas gallinas y unos melones, porque cuando vieron venir la polvareda, volvieron a subir a los barcos para planear otra estrategia. Todo esto lo supimos después, pues aún no habíamos llegado los del regimiento: quienes habían asustado a los godos eran unos 50 campesinos armados con un cañoncito, liderados por el comandante heroico de Rosario. Hablo de Celedonio Escalada, a quien ojalá no entierre el olvido. A él llegó nadando un prisionero paraguayo que se les escapó a los realistas tirándose al río, y le contó el nuevo plan de un mejor desembarco, esta vez con 2 cañones y con 250 hombres de los 350 totales que sumaban las 11 naves (deducción consecuente: no quedarían ni 10 por cada una, pero éstas estaban armadas para apoyar desde el río). Ahí, cuando Escalada ya se replegaba, es que llegamos nosotros. El 3 de febrero a las 5 de la mañana, los españoles podían esperar ser atacados, pero por una milicia improvisada y 5 veces menor que la suya, tal como habían visto antes de nuestro sigiloso arribo. Detrás del convento, San Martín los esperaba al frente del ala izquierda. A mí -Justo Bermúdez- me tocaba dirigir a la otra mitad. Lo cierto es que cuando vi a los godos, no pude esperar la voz del gran jefe para ir a la carga.
A la vez que intentaba corregir mi error abriendo ligeramente el arco de mi escuadrón, San Martín también debió echarse a la carga, pero entonces los 200 metros que yo tenía hasta el enemigo se hicieron interminables, y él llegó primero, cayendo de un cañonazo que lo dejó atrapado bajo el cadáver de su caballo. Un correntino de Salinas logró hacerlo zafar, pero el doctor Argerich me dijo que el negro pagó caro su arrojo y finalmente murió diciendo algo así como "Omanó che ro rieté... ñamó ro poacá amotareï pe". Ya lo traducirá San Martín, que creció hablando guaraní. Por lo pronto, a mí no quiere ni hablarme. Y tiene razón. Muchas muertes podrían haberse evitado de haber sabido coordinar mejor nuestro movimiento de pinzas. Quedé al mando hasta que San Martín pudo recuperar una montura, y en esos minutos traté de reordenar el caos. No me importó el disparo en mi cabeza con tal de subsanar mi error en el combate. Y nos salvaron los cojones que pusimos. Díaz Vélez cargó con tal ímpetu que murió al pasarse de largo y quedar solo entre los godos. Buchard se jugó al quitarles la bandera. A mí finalmente me voltearon, y hace unas horas el doctor debió cortarme una pierna.
San Martín está desayunando con Zabala, el mismo que mandaba a los españoles. No sé si se conocían de antes, o si lo está convenciendo por el lado de las ideas. Entiendo que hay varios oficiales españoles en desacuerdo con el absolutismo. Por lo pronto, yo estoy acá solo. Y este torniquete me desangra por dentro. Sobrevivir imposibilitado de todo, menos de la mortificación, no es para mí. Aún me pesa la vez que abandoné el combate, en la Banda Oriental, para hacerle de partera a mi mujer. Estoy inflamado de patriotismo pero Marte no quiso darme el don. Y ahora que me culpo, nadie me vigila. Y sé desatar estas vendas, y todo son señales.
A la carga. Que no se diga que el capitán Bermúdez hizo derramar más sangre que la que dejó él mismo.

lunes, 1 de febrero de 2010

Imaginá el desparramo de imágenes desparramadas

Sacar fotos o armar composiciones gráficas son para mí una actividad lúdica, razón por la cual no me ha costado nada hacer estas tareas alguna que otra vez para que al final se vean en otros espacios. Pero hoy, antes de perderles pisada por mi escasa memoria, quiero reunir aquí algunas de esas imágenes que no tenía publicadas en este blog, y que sin embargo ya están hace tiempo en la web.
En agosto del 2008, la vecina Baterflai tenía la idea pero no el tiempo, y yo, que le podía hacer tiempo a mi trabajo, tenía la voluntad. Así fue como nació "Buscando a Emo":

Otro delirio compartido surgió la vez que le facilité su viñeta preferida de un famoso cómic, e imaginamos un "Asterix y los emos". Aparte le hice algunos headers y la imagen de un titán chuchi para otro de sus posts:
Ella también fue quien tomó con mi cámara la foto publicada en Qué estás buscando del histórico primer encuentro físico de sus creadores: allí se ¿ven? a Mux & Bug en el sillón de mi casa, apenas tapaditos un poquín por los brazos de un Servidor y el mítico Zambayonny.
En el 2009, inventé unas estampillas para el blog de Pablo(yo) -que es él- partiendo de tres fotos que tomé en una de mis vacaciones, con el volcán Lanín como factor común:

Mi preferida es la que tiene una rapaz frente a la cumbre, porque tiene el plus de que el encuadre descubre una bandera argentina hecha de nubes, que dudo haber notado al sacarla. Más recientemente, cuando Zoquett pidió que le enviásemos nuestros deseos para el 2010, yo mandé lo siguiente (clickeadlo, sin miedo, clickeadlo):

Igualmente, en ambos casos, por no perder la costumbre perdí el premio, tal como en lo de la Capitana donde mi tatuaje sacó el 2º puesto. Es lo de menos; lo importante es participar de gusto, como un año antes en lo de MaríaCe, o hacerlo espontáneamente y sin concursos, como en lo del amigo Podeti.
Aunque algunas de mis fotos que encuentro por ahí fueron enviadas ex-professo (como las de mis seis corresponsalías en La Nación), otras las descubro sorpresivamente yirando en la red, sea en Taringa o en algún otro blog ilustrando una nota, y lo cierto es que me resulta grato. O mejor aún, llega a honrarme en algunos casos, como ahora que vi un par en una publicación sobre Aves Porteñas (páginas 6 y 24 de la presentación, ó 4 y 22 del impreso, ya posteadas anteriormente aquí mismo).

Uno aporta su grano de arena a las causas que aprecia, y es feliz como un delfín.