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domingo, 21 de diciembre de 2014

Nosotros y las llamas

Cuando los compañeros ganamos las elecciones y nuestros líderes dijeron públicamente a cuánto llevaríamos el dólar, los correligionarios debimos entregar el gobierno antes de tiempo pues todo se volvió un caos, incluyendo algunos saqueos de los que nos culparon a los camaradas. Así iniciaríamos la década menemista, con la cual, quienes queríamos una revolución productiva nacional y federal, arribamos al poder y dejamos al interior sin ferrocarriles. Los gremios metalúrgicos perderíamos fuerza, a medida que la ganábamos nosotros, los camioneros. Y felices como cuando Martínez de Hoz nos permitía viajar a Miami, nos reelegimos. Mientras, nuestras cacerolas eran pagadas por nuestras tarjetas de crédito. 
Habiendo recibido un país en llamas, la economía la dejamos en manos de quien durante la dictadura había estatizado la deuda privada y ahora en democracia privatizaba al Estado. Esto se dio porque los radicales proponíamos vender el 49% de cada empresa pública, algo inaceptable que hizo que en 1989 ganáramos los peronistas que defendíamos al Estado que ahora vendíamos. Y con el dinero de lo vendido para acabar nuestras deudas, nos endeudamos. Pero los oficialistas nos fuimos debilitando tras una década de desprolijidades y entonces los opositores aprovechamos una victoria electoral por la cual el 2000 habría de encontrarnos unidos y dominados. 
Habiendo recibido un país en llamas, buscamos algo más moderno que tanto posmodernismo. Cambiamos la pizza con champagne por sushi y volvimos a llamar al mismo exministro. Cuando todo era insostenible, el compañero vice dejó de acompañar al correligionario presi y los camaradas volvimos a intuir una pueblada, que llegó de la mano de los ahorristas que encontramos nuestros ahorros acorralados en los mismos bancos a los que se los confiamos hoy día. Abollamos cacerolas y los correligionarios debimos entregar el gobierno antes de tiempo pues todo se volvió un caos, incluyendo algunos saqueos de los que nos culparon a los camaradas, mientras los compañeros nos preparábamos para gobernar tal como no nos habían permitido las urnas. 
Habiendo recibido un país en llamas, y dado su apellido, abre Puerta una sucesión de breves presidencias y le mete el bastón a Rodríguez Saá. Habiendo recibido un país en llamas, éste no encuentra el apoyo que le gustaría y dura una semana. Mientras todos reclamamos que se vayan todos, todos se suceden. Habiendo recibido un país en llamas, el presidente Camaño convoca a una Asamblea Legislativa que designe sucesor al candidato que había perdido las elecciones dos años antes. Habiendo recibido un país en llamas, Duhalde devaluará el peso, y dado que cuanto más protestábamos todo parecía ir cada vez peor, por una vez en la historia argentina decidimos no golpear las puertas de los cuarteles y nos fuimos calmando. Es cierto que los militares le habíamos quitado el timbre y hasta la puerta a los cuarteles, pero también nos calmó conseguir ciudadanía europea, un continente que nunca conocerá crisis alguna. Así llegaron las elecciones de 2003 y el triunfo electoral de Menem. Por suerte, asumimos los kirchneristas. 
Habiendo recibido un país en llamas, claro está.*

*(Escrito hace dos años como colaboración para el primer número de Revista Los Invisibles).