
Las fotos de Candela muestran la inocente felicidad de sus 11 años. Otras fotos que también salían a la luz en ese momento son las últimas que habían tomado las turistas francesas asesinadas salvajemente en Salta, dos jóvenes distendidas y contentas minutos antes de ser atacadas. En ambos casos, las fotos normales de personas alegres cuyas vidas decide caprichosamente destruir el machismo más bestial que oculta nuestra sociedad.
Hablo de una sociedad que se recuesta sobre su derecho al desinterés y que sigue considerando ajena la desgracia que la circunda repitiendo los vicios de los peores años, aquellos de los que hoy se juzga la acción de los implicados pero no la pasividad de quienes sólo se preocupaban por ver las tapas de Graciela Alfano. Igual que ahora, en que se retoma como novedad lo ya sabido de que salía con Massera y no que somos nosotros quienes le damos de comer todavía hoy.
Tal como ocurría hace 35 años, seguimos concentrados en el pasado, en lo peor de los anteriores, no para mejorar el presente sino para evadirlo. Se roban menores, se mira a los padres por TV pensando "algo habrán hecho" y se aplica la perversa nueva forma del viejo "no te metás": "No seas buchón", un concepto repetido incansablemente como si la complicidad fuera una virtud, un acto honorable que en realidad sale del más cobarde miedo a la represalia.
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Bienvenida la prohibición del rubro prostibulario en los diarios, pero en la calle se siguen repartiendo públicamente papeles de centros clandestinos de trata de personas. Entonces uno se llena de bronca e impotencia, porque hasta en los departamentos de los más cancheros jueces de la Corte Suprema funcionan estas redes, las de los mismos secuestradores. Con la venia de uniformados que supuestamente deberían protegernos, pueden intentar un rapto frente a la facultad de Psicología, en Hurlingham, en los más remotos pueblos del interior donde la clase media apaña la captura de bebés para adoptarlos y darles una vida mejor con la misma lógica de una noble Ernestina. Y lo siento si estoy disparando cerca en vez de a los lejanos enemigos de una potencia extranjera, esos que siempre están a una distancia tan cómoda.
Cuando creemos ser la rebelión contra los errores de nuestros mayores, sólo los imitamos con nuevas formas. Usamos en el cabello otro color de la tintura que usan ellos, en vez de dejar de teñirnos. Si para los nazis los malos eran judíos y viceversa, ahora los pedófilos son curas y viceversa, y con eso (además de castigar a los sacerdotes que no lo son) damos vía libre a la gran cantidad de abusadores sin sotana. La cuestión siempre es que los defectos sean ajenos, que los que combaten sean casi desconocidos grupos "clandestinos" (como los que comanda Susana Trimarco de Verón) y que nosotros -mientras tanto- podamos seguir viendo a Graciela Alfano. Estemos en 1978 o en 2011.
¿Acaso el sofá ve la diferencia?
Hablo de una sociedad que se recuesta sobre su derecho al desinterés y que sigue considerando ajena la desgracia que la circunda repitiendo los vicios de los peores años, aquellos de los que hoy se juzga la acción de los implicados pero no la pasividad de quienes sólo se preocupaban por ver las tapas de Graciela Alfano. Igual que ahora, en que se retoma como novedad lo ya sabido de que salía con Massera y no que somos nosotros quienes le damos de comer todavía hoy.
Tal como ocurría hace 35 años, seguimos concentrados en el pasado, en lo peor de los anteriores, no para mejorar el presente sino para evadirlo. Se roban menores, se mira a los padres por TV pensando "algo habrán hecho" y se aplica la perversa nueva forma del viejo "no te metás": "No seas buchón", un concepto repetido incansablemente como si la complicidad fuera una virtud, un acto honorable que en realidad sale del más cobarde miedo a la represalia.
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Bienvenida la prohibición del rubro prostibulario en los diarios, pero en la calle se siguen repartiendo públicamente papeles de centros clandestinos de trata de personas. Entonces uno se llena de bronca e impotencia, porque hasta en los departamentos de los más cancheros jueces de la Corte Suprema funcionan estas redes, las de los mismos secuestradores. Con la venia de uniformados que supuestamente deberían protegernos, pueden intentar un rapto frente a la facultad de Psicología, en Hurlingham, en los más remotos pueblos del interior donde la clase media apaña la captura de bebés para adoptarlos y darles una vida mejor con la misma lógica de una noble Ernestina. Y lo siento si estoy disparando cerca en vez de a los lejanos enemigos de una potencia extranjera, esos que siempre están a una distancia tan cómoda.
Cuando creemos ser la rebelión contra los errores de nuestros mayores, sólo los imitamos con nuevas formas. Usamos en el cabello otro color de la tintura que usan ellos, en vez de dejar de teñirnos. Si para los nazis los malos eran judíos y viceversa, ahora los pedófilos son curas y viceversa, y con eso (además de castigar a los sacerdotes que no lo son) damos vía libre a la gran cantidad de abusadores sin sotana. La cuestión siempre es que los defectos sean ajenos, que los que combaten sean casi desconocidos grupos "clandestinos" (como los que comanda Susana Trimarco de Verón) y que nosotros -mientras tanto- podamos seguir viendo a Graciela Alfano. Estemos en 1978 o en 2011.
¿Acaso el sofá ve la diferencia?