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Un simple empleado advierte que cierto trabajo final contendrá un error, pero su jefe descarta corregirlo por el apuro. Un pequeño error de programación que llevaría tiempo arreglar, una falla en la maqueta que con suerte no notará el docente, un micrófono al aire en una escena romántica que con suerte no notará la audiencia. Tantas cosas y tantos casos. Total, tenemos la idiota certeza de que la gente es idiota. Y la gente en realidad verá el error, pero el emisor nunca lo sabrá porque no es receptor y ya está ocupado en su nueva urgencia. No hay tiempo, nos come el aire, time is money. Como un funcionario en cuya conferencia de prensa no acepta preguntas, los parlantes se niegan a ser micrófonos.
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En la vorágine van montados piojos que creen ser sus domadores. Así, los amos que nos dominan son esclavos de su monstruo. Por fuerza mayor, porque nos muestra sus dientes, al tigre de la mediocridad general sumamos cómplicemente nuestra mancha cotidiana. Cuando se haga de día, notaremos que ya es una pantera. Y mientras los empleados corremos al fast-food donde no podremos masticar un bocado porque ya estará luchando por entrar el siguiente, la gente con poder tiene el poder pero no sabe poder. Y así no se puede. La vorágine del capitalismo moderno le da la agilidad necesaria a esa mediocridad que nos terminará arrollando.
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El Modelo no terminó de maquillarse pero debe salir al desfile. La obra no terminó de ensayarse pero llega la fecha de estreno. El hospital no tiene algodones pero la agenda pide que se inaugure. Los recursos se agotan pero hay que seguir depredando. La barrera no está alta ni baja pero así la vio siempre el colectivero que cruza para llegar a horario. El camionero se duerme pero debe entregar la mercadería. Los frenos del tren funcionan mal pero no podemos suspender el viaje a tanta gente. Los pasajeros intuyen el peligro en el trayecto pero no pueden llegar tarde al trabajo. El piloto de LAPA escucha la alarma al despegar pero no le presta atención porque suena siempre. Las advertencias llegaron al despacho del jefe pero el señor está ocupado todos los días. La excavadora está tocando los cimientos del edificio vecino pero no podemos estar en todo y hay que terminar rápido la torre. El artista está vivo pero preparame la necrológica. La lógica ha muerto pero la seguimos hamacando como en Psicosis. La anestesia está vencida pero el paciente está en la camilla y hay que operarlo urgente.
Queremos subir al tren de la historia ya, ahora, y a él también le faltan frenos.
13 comentarios:
Grositud.
Say No More !
Gracias,UnSer
Ciertamente.
"los piojos montados en la voràgine, piensan que son sus domadores".
Excelente. Se lo voy a decir a mi jefe.
Pero creo que no me va a entender.
Saludos
Cherto.
La vorágine nos lleva cada vez más rápido a no disfrutar *el instante*.Gracias por la reflexción..
Contundente, real, actual, efectivo.
Unser, duele por su crudeza, pero qué nivel de acierto.
Le saludo con admiración.
Por suerte es conciso, no tengo tiempo para leer demasiado.
Un placer leerlo, como siempre!
Muy muy bueno!
Un poco de calma, tan simple como eso...No es mucho pedir no?
La puta UnSer, que pena que haya tenido que escribir esto. Que pena que hagan falta tantas desgracias para que pasen cosas en este país...tienen que morir cientos de pibes en una guerra imposible para terminar con una dictadura, otro montón para que alguien entienda el peligro de tirar una bengala en un lugar cerrado...se tienen que secuestrar y esclavizar a cientos o miles de mujeres para que se hable de la trata, tienen que chocar infinidad de micros matando pibes que van a un viaje de egresados para que se tome conciencia que los choferes de larga distancia tienen que descansar, y no quiero seguir porque lo peor de todo, lo más trágico, es que seguro que ni siquiera eso alcanza para que de una reputísima vez lo importante sea mucho más prioritario que lo urgente.
Por suerte no me urjo en la vorágine y me hago tiempo para leer y comentar artículos brillantes como éste. Aplausos para vos.
Impecable!
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