Primero vimos el cartel de "White House", y entonces hicimos el de "Casa Rosada". Después vimos que ellos celebraban Halloween y San Valentín, y empezamos a hacer lo mismo. Luego leímos "11S", y empezamos a escribir 8N, 7D, etc. Ahora, hartos de ver que nombran a sus huracanes mientras nosotros no tenemos ninguno, empezamos a bautizar lluvias: en el diario de hoy, la de anoche ya figura con el nombre de Adán. Todas las sudestadas anteriores pasan a ser parias aborígenes, NN. Ningún Nombre.
En nuestro mundo al revés, bautizamos a la lluvia y huimos de que ella nos bautice. En cualquier momento, el tango "Garúa" pasa a llamarse "La Garúa Roberto". En su pretensión de ser huracán norteamericano, esta lluvia sudaca (vergonzosamente sudaca, sin orgullo de serlo), nos convierte en La Saladita de las grandes marcas meteorológicas del Primer Mundo.
Somos morochos teñidos de rubio. Podríamos ser morochos a mucha honra, pero queremos que el club de los rubios nos acepte como uno más de ellos. Podríamos componer nuestras canciones, pero preferimos hacer covers. Luego, no podemos quitarnos el resentimiento. Culpamos al gringo de nuestra falta de amor propio, y volvemos a balar tras su paso sin necesidad de que el pastor nos grite: la esclavitud ya no precisa del látigo; el amo triunfó. Los amos más fuertes son los creados por sus esclavos.
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Recuerdo cuando apareció un programa de TV llamado “Rebelde way”: yo había sido un joven militante y me parecía imposible que otro joven mire algo llamado así. Parecía una burla: ¿cuánto se rebela alguien si a su propia voz le cambia el idioma? Sin embargo las generaciones se suceden y lo que no hubieran aceptado las anteriores se torna natural para las nuevas. Para el niño que vio eso, hoy en su incipiente adultez es natural ser “nac and pop” en vez de nacional y popular. Para el niño de hoy, es normal jugar al “trick-or-treat” por Barracas, como para el adolescente es común que el calor de diciembre sea protagonizado por un abrigado Santa Claus del polo Norte. Los chicos deben creer que ese hombre tiene ciudadanía criolla en vez de pasaporte. En unos años, será normal decirle Britney a una sudestada rioplatense.
Por TN argumentan que el nombre sirve para saber de cuál tormenta se habla. Sin embargo, la nevada del 9 de julio de 2007 fue -y sigue siendo- eso: la nevada de aquél 9 de julio. No precisa nombre ni 9J. Si se nombrase la tormenta Carlitos, preguntaríamos cuándo fue, para saber a cuál se refieren. O sea que la excusa es una pavada. El motivo real lo tenemos en el fondo de la psique.
Definitivamente, debería aprovechar esta abundancia de pavos y ponerme a criar algunos, porque acá en cualquier momento empiezan a celebrar el día de acción de gracias y así podría volverme rico. Por lo menos, mientras siga siendo pobre nuestra dignidad.
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