A los
15 años llegué a la terminal del 140 en la provincia (tenía que bajarme
en Alvarez Thomas) por ir leyendo un libro tan abstraídamente que me
olvidé del viaje (de ese, el físico).
Tiempo después, cuando tendría unos 21 calculo, en una reunión donde no conocía a todos, alguien dijo que me había visto esa mañana quedarme leyendo en el subte cuando éste llego a la terminal: tenía razón, me despabiló el guarda.
Con el tiempo fui tratando de dominar este defecto, pasándome no más de una o dos paradas. O bueno, tal vez tres.
Hoy -muchos años después- volví a recordar todo esto en mi trabajo cuando llegó una mensajería y tuve que bajar a recibirla. Más precisamente, cuando la gente que quería entrar me quitó de la lectura (en la que acaso vendría subiendo y bajando al capricho de sus llamadas) porque el ascensor en que leía ya estaba lleno.
(Posdata: el taxi seguía ahí).
Tiempo después, cuando tendría unos 21 calculo, en una reunión donde no conocía a todos, alguien dijo que me había visto esa mañana quedarme leyendo en el subte cuando éste llego a la terminal: tenía razón, me despabiló el guarda.
Con el tiempo fui tratando de dominar este defecto, pasándome no más de una o dos paradas. O bueno, tal vez tres.
Hoy -muchos años después- volví a recordar todo esto en mi trabajo cuando llegó una mensajería y tuve que bajar a recibirla. Más precisamente, cuando la gente que quería entrar me quitó de la lectura (en la que acaso vendría subiendo y bajando al capricho de sus llamadas) porque el ascensor en que leía ya estaba lleno.
(Posdata: el taxi seguía ahí).
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