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sábado, 20 de julio de 2013

Lo que mata es la amistad

Hay una elemental necesidad humana de comprender el entorno para sobrevivir y despejar la senda para avanzar. Una vez instaurada una herramienta tal como el lenguaje, todo se hace más fácil de clasificar y comprender. Mucho antes de lo que ahora entendemos por mundo "virtual", podíamos tratar cosas que no teníamos en la mano, idioma mediante. Condenar, maldecir, agradecer, curar, desentrañar, todo de cuerpo ausente. Las nuevas generaciones crecen en un mundo virtual tan grande que no notan su importancia: lo que tiene de construcción parece natural. Pero esto ya lo veníamos viviendo con el lenguaje. Llegamos a pensar que "primero fue el verbo" y luego se hizo carne. Todo un sistema de pensamiento se asentó de tal modo que se hizo tan imperceptible como el agua para el pez. Quien lo nota, sabe que la palabra nomina a la cosa. Quien no, las tiene por indivisibles.
La clasificación taxonómica ha permitido conocer mejor los reinos vivos: plantas, animales, etc. Pero en otros aspectos, el resultado de clasificar no es tan práctico, y fuerza a ajustar los elementos de la realidad a nuestras catalogaciones convencionales. Sobre todo, entre la más básica gente dicotómica (que puede ser rica o pobre, analfabeta o licenciada), que precisa dividir todo en blanco o negro, e insertar en esos casilleros las piezas como un bebé obstinado con un juguete de formas. "Si no estás conmigo, estás en mi contra", etc. Después de todo, aquel bebé confió en los modelos que le arrimaron de niño para que todo encaje, y aún sigue vivo dentro del adulto, como el anillo pequeño dentro del tronco del árbol.
Se forman así interesantes dilemas, enredos de este ovillo cultural. Un filósofo aún homocéntrico puede negar que haya caído un árbol allí donde un humano no lo vio, porque ha decretado que todo el mundo (la realidad) es sólo el mundo ajustable a sus entendederas (la verdad). Verdad y realidad son de hecho sinónimos en la vida cotidiana, y el místico será aquél que sospeche que debe haber algo que le escapa, algo que lo trasciende como ser limitado. Pero el impulso por hacer un herbario mental del cosmos y clasificarlo es tan fuerte, que no falta quien describa aquello que debería ser lo indescriptible, y así surgen debates religiosos que se irán retroalimentando sobre palabras tan adictivas como un Candy Crush, e igual de falsas.
Otras de estas pajas (así les digo por lo difícil de separarlas del trigo, no por lo que pensó algún lector, o sí, ya que también aplica) devienen en debates ideológicos. ¿Qué es un socialista, un reaccionario, un liberal? Si considero las ideas que originalmente fueron bautizadas así, tal vez debería llamar de ese modo a quienes las aplican y no a quienes dicen tenerlas. Claro que si es una palabra que designa a los miembros de un partido así registrado, el significado lo darían las acciones de quienes se apropiaron del nombre. ¿Era cristiano el que dijo "Amaos los unos a los otros" o los cristianos que en su nombre crearon la Inquisición? ¿Es de izquierda una izquierda con métodos de derecha? ¿Es liberal una dictadura militar? Antes que respondan: no me importa. Estoy ilustrando el papel en nuestra vida de las definiciones a través de la palabra.
Ni siquiera la libertad sexual ganada en estos tiempos escapa de este vicio. La idea sería amar libremente (y ahí habría otros debates: ¿qué es amar? ¿qué es la libertad?), pero en algunos casos parecería más importante la definición, saber en qué cajón guardar al otro: ¿sos hombre o sos mujer? ¿Te decían hombre pero peleás porque te digan mujer? ¿De qué lado de la puerta del placard estás? Y el placard en tanto se da por indiscutible, como si su presencia fuera más natural que el deseo mismo. Luchamos para ser libres y también reconocidos, que es tener nuestra propia carpeta del archivo donde ser clasificados. Estamos obligados a definirnos, porque la libertad la siente quien conoce los límites de su celda. 
Así llega cada 20 de julio la celebración (también convencional) del Día del Amigo: con una cantidad de personas molestas con esa palabra de definición difusa, que nos confunde respecto a lo que debemos hacer y con quiénes. ¿Quién es mi amigo? ¿Por qué aquél me llama amigo si para mí no lo es? ¿Por qué me obligan a saludar a los miembros de un club cuya lista no sé dónde termina? Con el día de la madre no hay tanta indisposición como con esta fecha, porque sabemos a quién se refiere la palabra madre, pero aún no nos pusimos de acuerdo con esta otra. Para mí un amigo podría ser todo aquél que sea capaz de donarme sangre. Para otro que sólo viva el presente, alguien a quien conoció ayer y del que se habrá desprendido en menos de 5 años. Todo es válido. El problema no es la amistad, sino la definición.
Para terminar todo este palabrerío sobre cómo nos gusta el mundo virtual de la palabra, le pido a Internet el recuerdo de lo dicho por un paisano, sin títulos universitarios, allá cuando el mundo era analógico y un amigo podía ser hasta un caballo sin whatsapp ni diccionario. Y a quien lo quiera, le deseo un feliz día, y a quien no lo quiera, le deseo un día infeliz, para que sea feliz... (¡Rayos, otra paradoja del lenguaje!)
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3 comentarios:

Muy Serio dijo...

¡Excelente! O al coincidimos bastante en el tema: Amistad.

Anónimo dijo...

Afortunadamente el siglo XXI llegó con esas ganas de romper las etiquetas, o al menos para mí. Me encantó la definición de don Justino. Me recuerda a la letra de Echoes, cuando dice:

"strangers passing in the street, by chance two separate glances meet and I am you and what I see is me"

"extraños que pasan por la calle, dos miradas se cruzan por casualidad y yo soy vos y lo que veo es a mí"

Lo que sí es cierto es que no tiene por qué haber un día para celebrar a esas almas con las que nos identificamos. Eso le falta al siglo XXI todavía, erradicar "el día de".

¡Besos!

Bruno Bauer dijo...

Buen post. Las relaciones entre la verdad y la realidad (y nuestra mente, y las palabras, que nunca son nuestras) es tan compleja que se ha llegado a negar cada uno de esos términos en nombre de los otros.
Respecto a la amistad, reivindico la única relación humana libre de todo determinismo (biológico, económico, etc...): la amistad es la más gratuita e innecesaria de las relaciones. La menos natural, ergo, la más humana.
Qué bueno poder usar más de 140 caracteres. Saludos.