Esto de la fin del mundo, es el acabóse

Hacer pronósticos alarmistas no es una tontería. Sobre todo, cuando se anticipa públicamente una fecha específica y cercana para la fatalidad. No hay dudas de que el porvenir esconde tragedias y finales para algún momento, pero las advertencias funcionan mejor cuando son generalizadas, difusas y un tanto herméticas (como las de Nostradamus), permitiendo varias interpretaciones, antes que arriesgar una fecha cercana que tal vez sólo resulte ser el día anterior al de nuestro escarnio público.

A fines del año pasado, se anticipaba para Argentina un verano apagado por cortes de luz que finalmente no abundaron. Sin embargo, en otoño ya nadie recordaba la alarma, preocupados acaso por nuevos preanuncios de desastres. Para entonces, en Italia pasaba lo contrario: un terremoto dejaba decenas de muertos tras desoír las advertencias de quien lo predijo. En pocas palabras, la respetada predicción de alguien con título... falló; mientras que otra finalmente acertada, fue rechazada al provenir de un técnico no-universitario. Inevitable recordar al simple Colón queriendo convencer de la redondez de la Tierra a los grandes sabios incrédulos de la universidad de Salamanca...

Curiosamente, los problemas que se ven llegar y podríamos prevenir (desde el cambio climático al voto por un chanta en las elecciones) suelen ser desatendidos por la gente. Parece preferible, en cambio, atender a las advertencias apocalípticas contra las que poco y nada podemos hacer: todos los Apocalipsis profetizados, un fin del mundo para el próximo 21-12-12 (según un calendario maya salvado del fuego colonizador, vale decir, según un documento que se completaba con otros que desconocemos por nuestra propia acción)... y tantos finales definitivos cuyas fechas pasaron y dejaron -sino una vergonzosa excusa- un tendal de suicidios...

Claro que si esas teorías no hubieran fracasado, no las conoceríamos... Al día siguiente del fin de los tiempos, nadie quedará para decir (u oír) "¿Vieron que tuve razón?" Es una lógica similar a la de quien maneja convencido de que él nunca se matará al volante... ¡porque nunca se mató antes! Y lo peor es que cuando eso suceda, tal vez esté escuchando en la radio uno de tantos verosímiles informes apocalípticos. Peor aún: acaso en su casa le esperen leyendo un diario plagado de notas entre las cuales -para proteger nuestra vista de cucos reales- no nos avisan las trascendentes...

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HADRÓN SIN DESTINO

A esta altura, no sé en qué creer y en qué no. No debería sorprenderme, pues así viví siempre. Cuando se puso en marcha el Colisionador de Hadrones, algunos científicos advirtieron la posibilidad de que surja un agujero negro, vale decir, de que desaparezca nuestro sistema solar tal como le ocurre a otros no menos importantes. Para desmentirlos, otro llegó a decir que si eso pasase, sería un agujero negro "chiquito"... ¿¿¡¡!!?? Mientras tanto, uno se pregunta porqué habrá siempre gente empecinada en hacer cosas que pueden afectar a quienes no se lo pidieron... Y esto, en todos los órdenes de la vida.

Desde que se anunció un desperfecto en el LHC, su reinicio se sigue posponiendo constantemente, tal como se corren las fechas de los apocalipsis fracasados que pronosticaran los místicos (¿estarán intentando arreglar un agujerito negrito que se les generó... y así llegamos hasta el 21-12-12? ¡chán!). Y uno, que no sabe ni de física ni cómo consultar una bola de cristal, queda a la deriva entre dudas ajenas por un futuro que nunca supimos vislumbrar. Apenas hemos visto que nuestra curiosidad es infinita, nosotros no, y la curiosidad mató al gato.

Menos mal que es tan grande el Presente del que ocuparnos...

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