Entre las reacciones generadas por cierto post reciente debo destacar particularmente dos muy diferentes entre sí: por un lado, algunos comentarios que -menos en sus firmas- coincidían a primera vista en varios puntos, por ejemplo, en intentar todos ellos desviar la atención del tema específico y en no provenir desde cuentas concretas. La coincidencia fue mayor cuando resultó que -estudiados más a fondo- todos salían de una misma computadora ubicada en una localidad bonaerense donde vive alguien con el mismo difícil apellido de quien se sentía atacado. Por otro lado, sin embargo, hubo una respuesta (en las antípodas de mentir para negar que se miente) que vino por otro lado y me admiró.
Una niña de 13 años, apenas leído el post de marras, recordó algo que (ignoro hacía cuánto) le hacía "ruido" en el inconsciente y se aprestó a revisar sus colecciones de Snoopy y de revistas Genios hasta dar con lo que buscaba. Confirmada su sospecha, me acercó el material para que yo lo escaneara y publicase: unos cuadros de Schultz del siglo pasado y una página de Migliardo, del actual. En sendos casos, tres tiras originalmente conjuntas donde el protagonista primero queda cubierto de nieve sintiéndose odiado por quien la envía, luego -desde adentro- pide su merienda favorita, y finalmente una tira donde el niño encuentra un muñeco puesto de cabeza.
Una misma estructura, apenas adaptada en texto para los lectores del tiempo y espacio a quienes se dirige. ¿Es plagio, gigantesca casualidad, homenaje inútil por imperceptible, o simple "viveza criolla" para evitarse el esfuerzo de crear cuando rehacer lo ajeno es más fácil?
Ahora puede estar contento aquel cuya defensa no se sustentaba en la ética sino en la comparación con otros, como si la mancha propia se redujera ante las ajenas. Y yo dejo de ser acusable de "envidiar" a alguien que no me va ni me viene, para pasar a ¿envidiar a todo un conjunto?. Y eso que en este blog he homenajeado a muchos dibujantes (Cognigni, Bróccoli, Podeti, etc)... pero bueno: porqué pensar simplemente que me pueda molestar una actitud y no cada persona que parece tenerla.
Por suerte hay gente con otra actitud: la de rechazar el engaño. Y desde temprana edad.
Una niña de 13 años, apenas leído el post de marras, recordó algo que (ignoro hacía cuánto) le hacía "ruido" en el inconsciente y se aprestó a revisar sus colecciones de Snoopy y de revistas Genios hasta dar con lo que buscaba. Confirmada su sospecha, me acercó el material para que yo lo escaneara y publicase: unos cuadros de Schultz del siglo pasado y una página de Migliardo, del actual. En sendos casos, tres tiras originalmente conjuntas donde el protagonista primero queda cubierto de nieve sintiéndose odiado por quien la envía, luego -desde adentro- pide su merienda favorita, y finalmente una tira donde el niño encuentra un muñeco puesto de cabeza.
Una misma estructura, apenas adaptada en texto para los lectores del tiempo y espacio a quienes se dirige. ¿Es plagio, gigantesca casualidad, homenaje inútil por imperceptible, o simple "viveza criolla" para evitarse el esfuerzo de crear cuando rehacer lo ajeno es más fácil?
Ahora puede estar contento aquel cuya defensa no se sustentaba en la ética sino en la comparación con otros, como si la mancha propia se redujera ante las ajenas. Y yo dejo de ser acusable de "envidiar" a alguien que no me va ni me viene, para pasar a ¿envidiar a todo un conjunto?. Y eso que en este blog he homenajeado a muchos dibujantes (Cognigni, Bróccoli, Podeti, etc)... pero bueno: porqué pensar simplemente que me pueda molestar una actitud y no cada persona que parece tenerla.
Por suerte hay gente con otra actitud: la de rechazar el engaño. Y desde temprana edad.
2 comentarios:
¿Dirán que es un homenaje?
La verdad que con tanto choreo, van a cambiarle el significado a esa palabra.
Seleccione Investiga, bien che. Hay que sumar y sumar ejemplos.
Hacéme bailarín de breakdance y llamáme homenaje...
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