Me dejó una tarjeta en la rodilla y subí la vista. El veterano de guerra pasaba entre los pasajeros. La misma edad que mi hermano mayor. Cargaba una batalla que para todos también fue pasajera. Carga una derrota contra la que lucha a diario. Carga el desinterés general, como cargó las cagadas de los generales que sólo supieron ganar guerras contra su propio pueblo. Carga que no está empezando abril para ser visto.
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Ya peinan canas los chicos de la guerra. ¿Cuál guerra? ¿la de Irak? ¿Hubo alguna guerra después de 1816? Y el olvido ni siquiera es conciente: simplemente es un agujero que se llama ignorancia (pero cuidado, no hay que decirlo, somos ciudadanos responsables, electores responsables, dirigentes responsables, distraídos responsables). Al fin y al cabo los derechos son de nosotros. Las obligaciones son ajenas.
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Ojalá la memoria sea el pasado distante, el rancho que quedó atrás mientras seguimos andando. Pero es la mochila donde guardamos el recuerdo. La bolsa de canguro a nuestras espaldas, con un peso que no reconocemos hijo nuestro. Nadie tiene ojos en la nuca (¿cuándo viene a tocar nuestra banda?) Nadie tiene los ojos al frente para ver al que pasa. Ese, entre la niña de la estampita y el tullido desempleado.
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Sólo hay que seguir charlando y durmiendo, todo junto, hasta que la mano haya vuelto para quitarnos ese tremendo peso de la rodilla insensible. Y cuando en la próxima parada se bajen las explosiones, la muerte del amigo que apenas empezaba a afeitarse, los gritos de horror, los gritos de un pueblo volátil alentando desde la metrópolis, el llanto de las madres que no se imaginaban semejantes a otras madres que también venían llorando, el silencio de quien no esperó a los heridos heridos ni quiso saber de los desaparecidos desaparecidos... Cuando se baje la historia del vagón, volveremos a hablar exultantes del tren de la historia que nos lleva adelante, feligreses del tobogán hacia arriba.
Volveremos a ese silencio que grita descarado; volveremos a confiar en el gran hermano que nos hace bailar por un sueño, sin la gravedad de las leyes, sin la relatividad de la teoría. ¿Ah, pasó alguien? No lo vi. Pero en fin, tal vez alguien lo entienda en el vagón siguiente.
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Sería bueno, para que me lo explique todo.
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3 comentarios:
Querido Selec, !!que herida tan profunda nos abrió esa guerra!!, yo recuero que ese día me llamó una prima, me contó y me dijo vamos al obelisco a festejar...a festejar que??? todos sabíamos que iba a ocurrir una masacre, no contábamos con los medios, ni con la práctica para derrotarlos.
Lo que no sabíamos era que después del horror, todo iba a pasar al olvido, que intentaron que la vida continuara con si nada hubiera pasado !!esa fue la verdadera masacre !!! la del olvido.
Gracias por recordarlos. tuve varios amigos ahí, gracias a Dios volvieron vivos, pero nunca volvieron a ser los mismos.
Besos
Aquí hubo debate con la aprobación de la Ley de la memoria histórica porque muchos consideraron que era innecesaria y perjudicial para la convivencia nacional. Se aprobó esta semana. El olvido es más sano para los que no quieren recordar ni soportar el peso del recuerdo, y aquí paz y después gloria. Pero esa realidad está ahí, le pese a quien le pese, y por una cuestión de respeto, humanidad y verguenza se les debe rendir el tributo que merecen. Perjudicial es lo contrario, no reconocer la propia historia.
Aquí, a mi entender, se ha hecho tarde, aunque interese a muy pocos.
Besos
Gracias por sus comentarios, siempre valiosos.
Ah! Aclaro a la Historia, que Isabel vive en España (ese es su "aquí").
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