Cantaba la rana

Las medidas urgentes que en estos días debieron acordarse en Copenhague para combatir el cambio climático, fueron rezagadas por los intereses económicos. Y mientras la destrucción del ambiente continúa, el Año Internacional de las Ranas se termina. Altamente sensibles a la degradación de su hábitat, muchas especies de anfibios están desapareciendo al tiempo que las aguas se contaminan y se expande por el mundo un hongo quítrido que las está devastando. Sólo en las últimas dos décadas, se extinguieron 200 especies de ranas. Cada vez es más difícil encontrarlas.

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Antes de que muera la poesía nocturna de una charca con música, y los insectos se multipliquen por toneladas (para espanto de quienes hoy se asquean con los últimos anfibios), éstos aún atesoran muchas curiosidades, empezando por su reproducción y el asombroso pasaje desde renacuajos con branquias a adultos con pulmones. Algunos ejemplos: las crías de "rana de lluvia", todas pertenecientes al género Eleutherodactylus (la llamada "rain frog", que por cierto es latinoamericana), se desarrollan dentro de huevos transparentes depositados en el suelo del bosque tropical, y al principio parecen irles grandes, pero dentro de ellos crecerán hasta completar su metamorfosis. El proceso puede ser visto, y ellas -que cuando parezcan adultas saldrán de su burbuja- vernos a nosotros desde allí.

Otras ranas son marsupiales: en el género Gastrotheca, la hembra incuba a sus crías en una "bolsa" de su espalda. En algunos casos los cargan hasta que completan el desarrollo, y en otros, cuando los renacuajos están listos para eclosionar, la madre con el "marsupio" los lleva hasta un cuerpo de agua para liberarlos allí, donde mejor completarán su desarrollo.

En el caso de nuestra rana criolla (Leptodactylus ocellatus) la pareja hace un nido de espuma flotante donde depositar los huevos. Cuando los renacuajos eclosionan, la madre los acompaña protegiéndolos. En otras especies, el macho hace un hollo en la tierra, al que intenta atraer a la hembra, cantando. Eso hace por ejemplo la rana gladiadora (Hypsiboas faber), la más grande de las arborícolas nacionales. Y si la competencia le canta encima, los machos acaban a las trompadas. Las lluvias ayudarán, más adelante, a que las crías puedan llegar de ese nido hasta una charca.

Pero una especie llama más la atención, y en especial cuando este 2009 fue también el año de Darwin: la Rhinoderma darwinii es conocida -en honor a su descubridor- como "el sapo de Darwin". Entre la hojarasca de los bosques patagónicos, la hembra pone los huevos y el macho se queda vigilando varios días hasta que los renacuajos empiecen a moverse. Entonces los engulle. Unas semanas después, de su boca salen las ranitas: el padre las mantuvo protegidas todo el tiempo de la metamorfosis, dentro de su saco vocal, el mismo del que saca sus mejores canciones.

Maravilloso fenómeno la reproducción, el más valedero truco para nuestra eternidad. Y viendo tantos cuidados para con las crías, me permito recordar a la niña que parió entre la bosta de un establo a un pibe que acabó en la mesa de torturas del Poder. Luego, María se habría de poner un pañuelo blanco en la cabeza. Entre la furia mercantil de estas fechas, hago este paréntesis para el recuerdo y para desearles felices fiestas. Feliz cumple, che Jesús.

¿Ah! ¿Descubrieron al sapito de Darwin mimetizado en la foto? No es mía; está en el Museo de Ciencias naturales, de donde saqué mucha de la información que hoy les comparto.