El proyecto TEEB (The Economics of Ecosystems and Biodiversity) de la ONU, se encarga de analizar los servicios que nos brinda la naturaleza para cotizarlos a su equivalente en valor monetario. En principio, suena como algo tremendo, y es que tiene que ver con realidades que lo son. Como en los tiempos en que las calles de Europa coleccionaban cuerpos de muertos de hambre vestidos de seda importada, sigue abundando la gente que cree en bolsas de valores sin valor y en billetes de papel como si fueran la realidad inconmovible y tomando al mundo natural sobre el que viven como a una ficción paralela. Entre ellos, sociedades y dirigentes se aterran y arremangan si caen acciones del MerVal o se corta un servicio de telefonía, pero no tienen la menor idea de la importancia de los desastres que están ocurriendo en el mundo desde el auge del capitalismo, como la pérdida de los arrecifes coralinos o la reducción de un tercio de la abundancia de vertebrados en los últimos 30 años. Para ellos, quizás el único argumento que les toque la conciencia sea el que llegue a donde la tienen: el bolsillo.
En el sitio web de la BBC leíamos en mayo que la pérdida de biodiversidad golpeará las economías, nota que recomiendo leer. Al otro mes seguían preguntando cuánto cuesta un río, y un bosque. En el siguiente, al explicar el problema de la selva muerta (aquella que no se taló pero perdió su fauna e interacciones), también debía informarse su impacto económico, y lo mismo este mes al tratar el alarmante descenso del río Amazonas cuyas consecuencias incluyen subidas de precios. Lo que habría que evitar es que la ecología se termine justificando sólo económicamente en vez de lograr que los necios con Poder empiecen a entender que el ambiente no está a un costado, sino alrededor como una placenta.
La economía y la ecología son dos temas que vuelven a trenzarse constantemente en debates políticos. El asunto es: ¿cuál es el carro y cuál el caballo? Porque podrán seguir el mismo camino, pero entre el artificio y la naturaleza, ésta va primero y el carro debe ir detrás. Lamentablemente, cuando un noticiero informa que se interceptó una carga ilegal de pieles de animales silvestres, no se ahonda en el problema del tráfico de fauna y sus consecuencias irreparables: apenas si se dice el valor monetario, casi como publicitando la rentabilidad de la actividad (agotable con la extinción). Con esta mentalidad no es raro que en nombre del progreso se pase un electroducto por arriba de un poblado olvidado, como ocurrió en el Chaco hace 2 semanas, y se desaloje a los lugareños nativos con la Gendarmería. Tampoco es raro que usted no lo haya visto en los medios masivos.
Ese progreso es el sueño de un desarrollo interminable -la idea del capitalismo- basado en agotar recursos que sí van a terminarse (sistema que para colmo precisa cada vez más consumidores, por lo cual recién creeré en gobiernos revolucionarios el día en que osen planificar la natalidad en vez de premiar su descontrol). La opción aquí es Capitalismo o Ecología, porque no hay otra, pero aún es muy temprano para hacerlo entender. Así que volvamos a la coyuntura para cerrar esta nota contable...
Últimamente se están poniendo sobre el tapete algunos temas puntuales. Mientras Gioja defiende la minería contaminante en nombre del dinero entrante, la Ley de Glaciares está en riesgo de terminar siendo otra cosa por virtud de la Barrick Gold. Hace un par de años hablamos aquí mismo de la amenaza que vivía el arroyo Ayuí y recién fue noticia este mes, sólo como otro elemento en la pelea por Papel Prensa (ni sus medios accionarios ni el gobierno venían prestando atención a este caso donde un privado decide el destino del agua de todos... y no hablamos de Botnia). Las disputas siguen siendo porque cierren los números a fin de año para todos mientras el problema es otro de más largo alcance para que le cierren también a nuestros nietos...
¡Es la ecología, estúpidos!