Es para Putin que lo mira por TV

El rescate de los mineros chilenos no sólo da que pensar por su perfecta organización (mientras en Argentina ya se arma despiole sólo por tener que contarnos) sino que también es hilvanable con otros sucesos, como por ejemplo, la actitud de Alfonsín de no sacar rédito del seleccionado asomándose con los campeones de México '86 al balcón de la casa de gobierno: la plaza de mayo colmada sólo vio allí a los deportistas, mientras que hoy el presidente Piñera no deja de exponerse provechosamente al máximo tras un desastre previsible que no quiso evitarse anticipadamente.

A su favor, llegado el momento de abandonarse la búsqueda, la continuó. Varios millones de dólares ha invertido en esto un país sudamericano que ya viene afrontando gastos importantes desde el último gran terremoto que también lo llevó a la primera plana mundial hace apenas unos meses. En estas circunstancias vuelvo a recordar por su actitud a otro primer mandatario extranjero: Vladimir Putin, ex-agente de la KGB devenido en presidente ruso, reelegido luego con el 70% de los votos y actual primer ministro. Su biografía en Wikipedia -que parece escrita por él mismo- intenta desvincularlo de fraudes, persecuciones a la oposición y asesinatos de periodistas, y olvida mencionar los sucesos que el rescate de los mineros trae a nuestra memoria. A saber...

El asalto al teatro de Moscú: En 2002 un comando checheno tomó de rehén al público que asistía a una función teatral. Para liberar a estas 900 personas, las autoridades no tuvieron mejor idea que llenar el edificio con un gas adormecedor a través de la ventilación y luego entrar por la fuerza. Resultado del operativo de rescate: los 40 separatistas están muertos, pero también más de 300 rehenes: 129 inmediatamente y unos 200 con el tiempo, casi todos a causa del gas tóxico usado por el gobierno ruso y cuya naturaleza nunca fue revelada, impidiendo así tratamientos más adecuados para las víctimas. Desde luego, en el lugar ya hay una estatua en homenaje... Y a otra cosa.

El hundimiento del submarino nuclear Kursk: Era el año 2000 cuando quedó a 100 mts de profundidad, cerca del polo Norte. Sólo por el reclamo de los familiares de sus 118 tripulantes el accidente cobró estado público varios días después de sucedido, pues el gobierno había decidido guardarlo en secreto. Y aún así, tampoco aceptó ayuda internacional hasta otros tantos días más. Recién entonces pudieron llegar noruegos e ingleses, que en un sólo día abrieron la escotilla que los rusos no habían podido, para encontrar a todos ya muertos. Una víctima tenía un papel que decía: "Hay 23 personas aquí (...) Ninguno de nosotros puede subir a la superficie. Escribo a ciegas". Eran los primeros sobrevivientes, que se habían juntado en un compartimento donde la muerte les fue llegando lentamente esperando que su país los rescate desde la superficie. Recuerda terriblemente a la primera carta de los mineros chilenos: "Estamos bien en el refugio los 33". Y así contrasta. Extrañas diferencias parecen separar al primer mundo del tercero. Los rusos luego siguieron demorando la recuperación de los cuerpos por "falta de fondos". El próximo domingo 24 se cumplirá una década de que pudieran ser velados. Y velados siguen si consideramos la censura que sufrieron en Rusia algunos textos sobre el asunto.

Y ya lo ve... Y ya lo ve.