Será muy "piola" contar chistes en velorios, pero -aunque no me lo prohíbo- no soy de esos que por llamar la atención saldrán a gritar defectos del difunto. Anteayer comentaba con alguien lo difícil que es para muchos "gorilas" aceptar que Kirchner fue el mejor presidente de los últimos 20 años, y el número no lo elegí por casualidad: no quería provocar un Ríver-Boca (de esos a los que es tan afecta nuestra sociedad) incluyendo el primer período de esta democracia. Porque tal vez, si contamos hacia atrás para ver en qué año dejó su gobierno un presidente superior a Alfonsín, descubramos que anoche murió el mejor de los últimos años, lustros, décadas. Y si eso no quita que siga siendo malo, mayor debería ser la crítica que merece esta sociedad al labrarse una historia como la nuestra durante tanto tiempo.
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Hijo de un gallego republicano asentado en Chascomús, y estudiando leyes desde su casa para dar las materias libres, Alfonsín se hizo abogado e inició un carrera política que lo elevó de uno a otro cargo electivo, hasta llegar en 1973 a enfrentar en internas partidarias a la fórmula Balbín-De La Rúa, que lo derrotó. Las elecciones nacionales de todos modos fueron ganadas por el peronismo, cuyo gobierno democrático (es bueno recordarlo) sufrió la violencia activa de sus propias
extremas opuestas. Como parte de quienes en cambio rechazaban salidas armadas, fundó junto a Pérez Esquivel y algunos socialistas la "Asamblea Permanente por los Derechos Humanos", pero nada evitó que 3 meses después se repita otro golpe de Estado en estas inestables tierras.
Habiendo sido ya preso de la dictadura anterior, durante la nueva Alfonsín defendió gratis a detenidos hasta evitar la propia detención atravesando a nado la laguna. En Europa denunció las desapariciones y fue casi la única voz contra la guerra de Malvinas, cuya derrota apuró el consecuente llamado a elecciones. Supuestamente, volvería a ganar el Justicialismo: su candidato fue Lúder, el mismo que como último presidente del Senado había ordenado exterminar -literalmente- la subversión. El gobierno militar ahora se había auto·indultado, y la plataforma peronista no incluía ninguna oposición a esto. Alfonsín denunció el pacto, ganó las elecciones limpiamente, y en su primer semana de gestión envió a la Justicia (caso único en el mundo) a los responsables de ambos bandos que desencadenaron la peor dictadura.
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Hasta ese momento, el siglo XX fue una sucesión de gobiernos interrumpidos, con más militares que civiles. Alfonsín logró llegar al sexto año y entregar el mando a un opositor votado por la gente. No llegó su partido, pero llegó la democracia, pese a los paros nacionales, el Congreso opositor (que no votó la democratización sindical pero sí las que serían las leyes más criticadas de su período), los levantamientos militares -alguno encabezado por un aliado del actual gobierno- y hasta otro civil. El país parecía querer seguir siendo el que fue, y sin embargo no pudo.
Por eso no hablo de su gobierno. Porque para quitarme el sombrero me basta con saber que, en pocos meses y entrado el siglo XXI, todavía puedo votar a mi siempre derrotado partido, o bien, enterarme de que el voto en blanco no deja sillas vacías, y que si alguien va a sentarse de todos modos, tengo opciones para escogerlo ó puedo crear una.
Claro que sabré una cosa o la otra de acuerdo a cuánto haya aprendido, yo también, el significado de hacernos cargo del país y su futuro.