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lunes, 27 de abril de 2009

El Sixto. Hombre.

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El monte recupera la compañía de las majadas que trae el niño como en todos los amaneceres. Solitario, el pastorcito lo saluda entre el silencio. Hoy trajo unas maderas rescatadas del rancho, entre cuyas paredes de barro nació hace apenas unos años, en 1915. Entonces toma su facón y empieza a tallar con el más prolijo entusiasmo. Por momentos canta viejas canciones en quichua, su idioma, el de casi todos allí, departamento de Salavina.
Cae la viruta bajo el sol santiagueño, y una brisa bienvenida la levanta entre quebrachos y aves. La imaginación vuela también, hoy que todo es posible, y se remonta hacia un futuro donde se ve hombre, recorriendo las distancias junto a sus hijos, repartiendo música por los pueblos. Aunque no le hayan permitido aprenderla, ni tener un instrumento. Cuando el destino es el monte, el monte es una universidad.
El sol avisa la hora del regreso. Un viejo algarrobo blanco guarda su inconclusa obra en un hueco. Sixto vuelve con las cabras, deteniéndose en el pozo que le quita la sed a él como a los corderos. Y por la noche en su cama, sueña que un día lo escucharán cantar y tocar tan lindo, que pensarán que hizo pacto con el demonio. No puede pensarlo de día, porque para ser él mismo, será humilde los 94 años que viva. Pero al dormir, se puede ver aún lo desconocido: que está dentro de algo llamado televisor, que conduce una radio en su lengua prohibida, que jóvenes músicos exitosos le dedican canciones desde instrumentos eléctricos, que su obra se comparte en Internet.
Pero eso no existe, y al madrugar no recuerda nada. Apenas algo relativo a su idioma, del que sus hermanos se avergüenzan hablar, y por el que la maestra le da con el puntero. Modesto pero terco, él habrá de defender el quichua lo que le reste de vida. Así resuelto, vuelve con el rebaño hasta las pasturas lejanas, y retira del árbol su tesoro a medio tallar. El cuchillo no quiere detener su labor, a menos que un zorro o un puma amenacen a los animales y tenga que defender al pastorcito.
Y Sixto sigue resuelto a terminar su primer violín y comenzar su carrera en el monte, alegrando en solitario a la madre Tierra. Cuando lo haga bien, ya no dejará el instrumento en el hueco del algarrobo: bajará un día hasta su casa escondiéndolo entre la ropa, y esperará el fin de la cena para sorprender a su familia. Tal vez se enojen con él y se lo quiten; tal vez se maravillen con su talento y lo besen. En ese caso vivirá su día más feliz. Pero ese riesgo lo correrá en unos meses. Cuando el monte le diga que ya es un violinisto-sachero. Cuando su edad ya alcance los... diez años.

Buscando mundos mejores
yo me iré por el Vacío.
En esta Tierra bendita,
ya vivimos puros líos...

(Sixto Palavecino)

12 comentarios:

LALE dijo...

Hermoso homenaje al niño Sixto, y al hombre también.

Fernando Tognis dijo...

Qué destacada ha sido la obra de este hombre. A pesar de su avanzada edad, logró finalizar su traducción al quechua del Martin Fierro.
Ojalá que preservemos el monte. De esa manera, los ecos de las melodias sacheras que ejecutó Sixto podrán resonar allí por siempre.

Hellion dijo...

los sixtos siempre son hombres honorables , yo conocí un sixto y era una agradable persona , saludoss.

Cando dijo...

Excelente el recuerdo para homenajear a un hombre dio mucho para que no se olvide una cultura, una raza...

Saludos!!

gamar dijo...

Poco se puede decir después de tan hermoso homenaje. Además de haberme enterado recién, logró emocionarme. Mi viejo es un gran admirador de este hombre.
Saludos

The Bug dijo...

Me reconozco poco conocedor de la obra de este hombre, cosa que me reprocho.

unServidor dijo...

Lale: Gracias (además, ud resistió la tentación del "Pri!")

Fernando: Se me pasó agregar eso al sueño, y mire que lo tenía pensado... Tardó 6 años en hacer el Martín Fierro en quichua, y fue el último idioma al que se tradujo esa obra. Y respecto a "preservar el monte", es también algo por lo que bregó.

Hellion: Predestinará, entonces. Aunque no le pondría ese nombre a mi hijo.

Cando: Gracias, porque estoy notando varios olvidos de mi parte aún así, como su capacidad para tocar además guitarra, bombo y ¡bandoneón!

Gamar: No es para menos que lo admirara, así modesto como parecía, lo aplaudieron grandes violinistas asombrados de que pudiera tocar sin mentonera y al tiempo que iba cantando.

Bug: No te preocupes; él tampoco te
conocía.

Minombresabeahierba dijo...

Ah! como me duele Argentina!:
"algo relativo a su idioma, del que sus hermanos se avergüenzan hablar..."
un abrazo

Almafuerte dijo...

Qué buen homenaje.
Hace muchos años lo vi en el teatro (creo que en un espectáculo de León Gieco?) y dio un discurso en quichua. El traductor era uno de sus hijos pero no era un traductor fiel porque aparentemente no dominaba el idioma, o no acertaba con la traducción que el padre quería. Conclusión, Sixto Palavecino se la pasó retando al hijo en el escenario delante de todo el teatro, que estallaba de risa.

Cassandra Cross dijo...

Me encantó, Unser. Me llenó de alegría este homenaje con aires de viaje en el tiempo.
Como Bug, tengo una deuda con don Sixto, a quien mi abuelo también escuchaba en nuestras tardes camperas.

unServidor dijo...

Minombre: El quichua, hablado en muchos departamentos de Santiago del Estero, estuvo oficialmente prohibido por décadas, al punto que en todas las escuelas sólo se podía hablar español. El no hacerlo era motivo de castigo físico y burla. La gente de a poco se fue comunicando entre sí en español, avergonzados de la lengua de sus padres, en vez de enorgullecerse de su condición de bilingües (algo que yo, ya grandecito, les envidio a esos changos: saber dos idiomas). Argentina duele.

Almafuerte: Uno de sus hijos siguió con el programa radial en quichua que el padre ideó hace 40 años para reivindicación de su lengua (y que condujo por décadas), así que si fuera el mismo hijo, ya debe saber más. Y pudo ser Gieco: el audio que puse arriba es la versión en quichua de "Sólo le pido a Dios" cantado por un coro de niños que armó don Sixto cuando grabó un disco de canciones infantiles en su idioma, y así como Marziali-Carnota hicieron La Sixto Violín en homenaje al salavinero de marras, León le compuso un tema con su nombre.

Cassandra: En el cierre de este artículo, su apellido vincula a un video donde cuenta cosas y acto seguido canta entero "Dulzura quichua" (en español). Y sus viejos álbumes pueden escucharse en su sitio más afín: el Alero quichua santiagueño qué él mismo levantase.

Pazcual dijo...

Me gusta. Es...Me recuerda a mi mamá.

Saludos van,

Paz