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lunes, 17 de agosto de 2009

De los Andes al Cruce

Guapo del '800, tenía 13 años cuando se enroló en el cuerpo de Granaderos a caballo que acababa de crear San Martín, ese hombre que habiendo vencido en Europa al ejército napoleónico, cambió a la madre patria por su tierra madre, decidido a parirnos la Patria. Y Manuel lucharía entonces con él toda su adolescencia, para el fin de la cual ya tenía en su haber toda la campaña independentista de Chile. Pero ahora... toda la región está dominada por enfrentamientos internos, y los límites que definen 'lo interno' siguen sin ser claros. Y Manuel sólo sabe ser militar, por lo que su futuro estará atrapado en esa tragedia fraticida, ora en una trinchera, ora en la contraria... como tantos otros, entre subordinados y caudillos, hasta que la vejez (de llegar) le permita retirarse, descansar, pensar, escribir.
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Ahora, Manuel está esperando que San Martín regrese del Perú, que descienda la cordillera que tiempo atrás -aventurados a un destino incierto, por una causa justa- coronaron juntos entre cientos de valientes. Llegará de devolver su independencia a la nación del Sol, trayendo orgulloso el botín de su victoria: la bandera de Pizarro y el tintero de los inquisidores, arrebatados a los colonialistas. Al pie de los Andes, y mate en mano, Manuel Olazábal -22 años- espera en Tunuyán, Mendoza, ver llegar a quien quiere como a un padre.
Un puñado de figuras comienza entonces a dibujarse a lo lejos. Apenas acompañado por cinco de sus hombres, unas mulas y 4 arrieros, vestido de poncho y bajo un sombrero de paja del Guayaquil, se adivina a San Martín, medio enfermo y agotado. Manuel acude a recibirlo y, sin darle tiempo a bajar de la mula, lo abraza. No es suficiente para disimular su llanto. Y don José, que lo dobla en edad y que lo recuerda tan púber como fue él mismo (cuando con 11 años, se hizo cadete), conmovido, lo calma con la mano, y atina a llamarlo... -"Hijo".
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Una carpa de ponchos se arma mientras el mate ya está pasando del joven Olazábal a sus manos. Don José no lo sabe, pero su amigo O'Higgins, del que se despidió hace menos de una semana, acaba de abdicar. Tampoco sabe que nunca volverá a trepar esa cordillera aún adherida a su suela. Cree que sólo resta ir por su familia e instalarse en una chacra mendocina, para devolverles la paz que no pudo darles estos 4 años, y dedicarse a sus vides y sus vidas. Son planes, mientras descansa del viaje y del sol veraniego bajo la refrescante sombra de un manzano. Pero tampoco sabe que nunca verá de nuevo a su joven esposa.
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En Buenos Aires, los planes son hacerle un Consejo de Guerra. Parece que liberar Chile y Perú fueron actos de desobediencia. Manuel lo advierte: si San Martín va ahora a Buenos Aires, en el camino no faltan partidas dispuestas a matarlo. ¿Justo ahora? Remedios está allá, enferma. Merceditas con 6 años debe estar crecida. El padre no la ve desde los 2 años. Y él también está enfermo. Habrá que andar atentos, General.
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-Manuel... Bueno será, quizás, que descendamos ya esta cordillera, desde donde en otro tiempo contemplamos la América...
-¡Vamos, pues!
-¿Qué día es hoy?
-Tres de febrero de 1823, señor.
-¿Y eso no te recuerda nada?
-En este momento no, señor.
-Este mismo día, hace una década, el regimiento de Granaderos hacía su primer ensayo...
-¡San Lorenzo!
-Así es. En San Lorenzo...
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Los hombres cabalgan hacia el Este. Antes de fin de año, San Martín llegará a Buenos Aires, viudo y sin escoltas. Su amigo O'Higgins partirá al exilio: nunca volverá a Chile. San Martín hará lo mismo cruzando el Atlántico con Merceditas. Manuel Olazábal lo volverá a ver 6 años después, para convencerlo de que regrese. Pero habiendo Lavalle fusilado a Dorrego, don José rechazará desembarcar en un país donde el fraticidio llegó a eso: ex-soldados suyos, matándose unos a otros.
Y Manuel no tendrá argumentos.

14 comentarios:

ENSU dijo...

¿Alguien sabe en qué museo está la famosísima escupidera que San Martín se encontró luego de cruzar la Cordillera y que, como era granadero, se la puso de sombrero?

Un poco de humor para una nación que prefiere recordar a sus próceres el día de su muerte.

Susana Peiró dijo...

UnServidor:

Conmovedor artículo (y escrito desde las vísceras)
Seguimos buscando argumentos, como Manuel, pero ¿Sabés qué? Creo que nuestros hijos lo tienen. Quizás hemos parido los primeros argentinos.

Un beso!

☀Pau☀ dijo...

Gracias por el artículo.
Los detalles de las campañas, sus significados políticos, los riesgos y los exilios no los cuentan en los libros donde ponen tanto énfasis en las damas patricias cosiendo día y noche para que el ejército tenga bandera.
Le faltan un par de parches a nuestra historia.
Gracias por el artículo.

Anónimo dijo...

Nos hacen falta más relatos como éste para fomentar ese sentimiento que nunca llegamos a desarrollar: el nacionalismo.

Me encantó tu post.

Pazcual dijo...

No sé porque, pero me ha dado por pensar ahora que eres amigo de William Ospina. Excelente entrada Unser. Claro, buenisima, aunque me haya costado entenderla...

Saludos,

Paz

unServidor dijo...

Ensucorcel: No hay problema. De todos modos, los míos son de acero para darle más trabajo al zapatero.

Susana: Mirá si habrá sido visceral, que recién ahora leo qué es lo que escribí...

Pau: Nuestra historia colecciona los actos de nuestros músculos, y se le escurre el soplo de nuestras almas.

Lucy: Hay que reconocer que otros países -por odiados que sean- hacen, con estos hechos, películas memorables que luego venden a todo el mundo.

Paz: La comparación me honra. Y la dificultad... promueve la relectura.

GRACIAS A TODXS, por informarme del disfrute de la lectura.

Zippo dijo...

Disfruté muchísimo este relato. Pau: a las damas mendocinas les hicieron donar las joyas...a punta de sable, sépalo.Recordemos que San Martín era , sobre todo, pragmático.Y la falta de colaboración y solidaridad patriótica no se inventó de un día para otro.

ElFlaco dijo...

Impecable Unser volver a leerlo siempre es un gusto poor las dudas le dejo el nuevo delirio mio vio pa que se de una vueltita yo por mi parte lo sigo leyendo y aprendo.

La candorosa dijo...

Las clases de historia con un poco más de realismo y pasión nos ayudan a entender el presente...

Gracias por este post, señor!!

Saludazos!

El Profe dijo...

¡Sublimineidad en su más puro estado! si me permite el ingreso de esta palabra no reconocida pero qyue reconoce lo que usted hace en cada post :) ¡Abrazos amigos!

Sergio Berton dijo...

Auch!

Como dicen nuestros viejos, si pica es porque cura, aunque aún espero el día en que nuestra sociedad se cure de tanta mezquindad.

Excelente relato que deja pensando.

Por suerte no han podido mancillar el honor de estos verdaderos próceres con historias estúpidas.

Muchas gracias por el cacho de cultura.

Saludos!

Sergio Berton dijo...

Por cierto, le dejé un par de Plics! en la publicidad a modo de agradecimiento, espero que no le moleste. ;)

Guty dijo...

Espectacular.
Yo soy un amante de las historias épicas y gestas heroicas al estilo de Alejandro, Aníbal, etc., pero ninguna le toca el culo (perdón por la expresión) a la zarpada de San Martín hacia Chile-Perú.
Un tipo como él nos hace muchísima falta en estos tiempos, lamentablemente su sangre parece estar diluida.

unServidor dijo...

Zippo: Y ahora las joyas las entregamos al extranjero, con las montañas que las atesoran y todo. El norte nos deja las damas, pero se lleva las minas...
=/

Flaco: Feliz regreso. No se perdió mucho. Bah, sí... Algún premio que otro, que anduve repartiendo. No recuerdo si en efectivo. En fin, no tanto.
;D

Candorosa: Como decía Vinicius de Moraes... "Quien nunca curtió una pasión, nunca va a tener perdón".
:)

Profe: ¿Eso sería como un "sublime"... subliminal?
;P

Sergio Berton: ¿Ha dejado plics? ¡gracias! Usted es el comentarista ideal...
XD

Guty: El problema es que mientras usted le pide a San Martín que regrese -como Manuel- los que no lo dejarían hacer nada acá ¡siguen con la manija!